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El 4F: Un legado en riesgo, la necesidad de preservarlo*


Por Julio Ramos

El 4 de febrero de 1992, un grito resonó en Venezuela, retumbando en los cimientos de un sistema político aquejado por la corrupción y el abrazo ciego a las políticas neoliberales. Ese grito, liderado por el comandante Hugo Chávez Frías, marcó un antes y un después en la historia del país, un punto de inflexión que abrió la puerta a la Revolución Bolivariana. A 33 años de aquel levantamiento militar, es imperativo recordar su trascendencia histórica y advertir sobre las preocupantes tendencias revisionistas que buscan desvirtuar su esencia.

El 4F no fue simplemente un intento de golpe de Estado, como algunos pretenden simplificarlo. Fue la expresión de un profundo descontento social ante un modelo económico que priorizaba el beneficio de las élites transnacionales por sobre las necesidades del pueblo. Fue la rebeldía contra la entrega de la soberanía nacional a organismos internacionales y la humillación de un pueblo sometido a la pobreza y la desigualdad. Chávez, con su carisma y su discurso anti-imperialista, supo articular ese descontento, canalizar la frustración y la esperanza de millones de venezolanos en un proyecto político radicalmente distinto.


La lucha contra las políticas neoliberales implementadas en la década de los 80 y 90 fue el eje central de la ideología chavista. El neoliberalismo, con su receta de privatizaciones, desregulación y apertura indiscriminada al mercado global, había generado una profunda crisis social y económica en Venezuela. Chávez se opuso frontalmente a este modelo, planteando una alternativa basada en la soberanía nacional, la inclusión social y la redistribución de la riqueza. Este desafío, aunque no exento de errores y contradicciones, marcó un hito en la historia de América Latina, inspirando movimientos sociales en toda la región.


Sin embargo, la Revolución Bolivariana hoy se enfrenta a una preocupante amenaza: el revisionismo histórico. Intentos de desdibujar el papel fundamental de Chávez en la lucha contra el neoliberalismo, de minimizar sus logros y magnificar sus errores, se multiplican. Se pretende reescribir la historia, presentando una versión edulcorada o, peor aún, demonizadora de su legado, para justificar agendas políticas opuestas al proyecto bolivariano. Es crucial contrarrestar esta manipulación con la verdad histórica, con el análisis crítico pero objetivo de los hechos.


Preservar el legado de Hugo Chávez implica, por tanto, más que un simple ejercicio de nostalgia. Significa defender los principios fundamentales de la Revolución Bolivariana: la soberanía nacional, la justicia social, la inclusión y la lucha contra el imperialismo. Implica, además, la honestidad intelectual para reconocer los errores cometidos y aprender de ellos, para fortalecer y perfeccionar el proyecto iniciado hace más de tres décadas. El 4F no es un punto final, sino un punto de partida, un recordatorio de la necesidad constante de luchar por un futuro más justo y soberano para Venezuela. Ignorar o tergiversar este legado es un grave error, un acto de irresponsabilidad con la memoria histórica y con el futuro del país.

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