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Hacer Memoria ¿Tiempo Perdido?

Por: Deisy Viana

El olvido, esa misteriosa capacidad de nuestra mente para dejar atrás recuerdos y experiencias, es un fenómeno que nos afecta a todos. A veces, parece que nuestra memoria es un cajón desordenado donde los momentos importantes se esfuman sin previo aviso. Pero, ¿por qué olvidamos? ¿Y cómo influye el olvido en nuestra forma de vivir? Déjame contarte la historia del tiempo perdido...

Había una vez un anciano apasionado por los relojes, en su pequeña casa coleccionaba de todo tipo, desde los más antiguos hasta los más extravagantes, cada uno con su propio tic-tac, como un coro de suspiros envejecidos.

Un día, recibió la visita de Amado, un joven impetuoso e inquieto. Sus ojos brillaron al ver los relojes, y lleno de curiosidad preguntó: "¿Cuál es el más especial?"

El relojero sonrió y señaló un reloj de bolsillo dorado. "Este es el Reloj del Tiempo Perdido", dijo. "Cada tic-tac representa un momento que hemos olvidado".

Amado frunció el ceño diciendo: Pero ese reloj no funciona, se detuvo, además, "¿Por qué querríamos olvidar los momentos?"

El anciano respondió :

-Aunque vivamos una vida plena, siempre nos preguntamos ¿qué hubiese pasado si hubiera hecho esto o aquello?, o lo que es peor, ¿qué hubiese sucedido si no lo hubiese hecho así?

Amado reflexionó. "¿La moraleja está en lo que debemos olvidar?"

-"No exactamente", respondió el viejo. -"El olvido es necesario para seguir adelante. Pero también debemos recordar lo que realmente importa sin perder la memoria. No podemos vivir en el pasado ni esperar cambios mágicos en el presente. Detener el reloj es igual a sentarte a esperar que las cosas sucedan solas, pero el tiempo avanza sin retorno, es un regalo muchas veces desperdiciado".

Amado mirando pensativo el reloj preguntó: "¿Y qué dice la Biblia al respecto?"

El anciano sonrió. "En el libro de Eclesiastés está muy claro: "Todo tiene su tiempo; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo".

Amado salió de la casa, pensativo. Y en su corazón, llevaba la lección del reloj del tiempo perdido: el tiempo es un regalo, y debemos usarlo sabiamente, olvidando pero también recordando.

Así, el joven aprendió que el olvido no es debilidad, sino una herramienta para sanar. Y que, al final, lo que importa es cómo vivimos cada tic-tac de nuestro propio reloj.

El relato nos enseña que olvidar no es necesariamente un defecto de la memoria, sino más bien una característica intrínseca. La mente está diseñada para filtrar información y priorizar lo relevante. Así, algunos recuerdos se desvanecen con el tiempo, mientras que otros persisten. En ocasiones, nuestro cerebro rechaza ciertos recuerdos dolorosos o traumáticos, para protegernos de su impacto emocional, ya que recordar es como volver a vivir emocionalmente lo pasado. 

Algunas personas anhelan revivir el pasado, aferrándose a momentos que ya no existen ni volverán. Otros esperan que las circunstancias cambien sin esfuerzo propio. Estas actitudes pueden frenar nuestro desarrollo personal y talentos. ¿Por qué? Existen múltiples razones entre ellas la resistencia al cambio. El miedo a lo desconocido hace que las personas se aferren a lo familiar, a lo que conocen, incluso aunque sea perjudicial.

Mucha gente permanece inmovil, esperando que todo vuelva a ser como era antes, en un estado de paralisis, impidiéndose avanzar y conocer nuevos horizontes. Por otra parte la pasividad, al no resolver los conflictos del presente, genera que las situaciones insatisfactorias se hagan perpétuas, propiciando la conducta conformista.

Si bien es cierto que el olvido puede ser liberador cuando nos permite soltar cargas innecesarias,  también es importante que recordemos lo que realmente importa, mantener el equilibrio entre dejar ir y hacer memoria para no volver a errar, aprender, crecer y vivir plenamente, sin quedarnos atrapados en la nostalgia del ¿qué hubiese pasado si?  o la inacción sumisa y conformista del tiempo perdido.

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