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En los días de la Cuarta República, cuando la democracia representativa estaba en su apogeo, la figura de “La Peinilla” se alzaba como un símbolo de autoridad. Era una época en la que las voces disidentes eran silenciadas sin piedad, y la dictadura real se manifestaba en la práctica de disparar primero y preguntar después. 

Aquellos que hoy añoran esos tiempos perdieron sus privilegios y, si llegaran al poder nuevamente, no dudarían en aplicar políticas represivas e inhumanas. En aquel entonces, el pueblo no era más que un voto, y una vez utilizado, quedaba olvidado.

El recuerdo del Caracazo está grabado en la memoria colectiva. Las políticas de hambre llevaron a la masacre de manifestantes en las calles. 

Fue una época oscura que dejó cicatrices profundas. Sin embargo, en medio de la adversidad, el comandante Hugo Chávez se alzó contra la injusticia, la violación de los derechos humanos y la desaparición forzada perpetrada por un gobierno títere vendido a intereses internacionales.

Han pasado muchos años desde aquel triste período, marcado por la sangre de los venezolanos que lucharon por un rumbo diferente: uno de equidad, justicia social y autodeterminación. 

Hoy enfrentamos un nuevo desafío evitar que esa historia dolorosa se repita. No podemos permitir que las “peínillas” vuelvan a imponerse ni que la desaparición forzada y la muerte se repitan.

Las elecciones se acercan, y los venezolanos sufren bajo sanciones impuestas por Estados Unidos a petición de una oposición apátrida. Mientras algunos cómodamente residen en el extranjero y claman por invasiones y sufrimiento para el pueblo.

El presidente constitucional recorre el país, enfrentando la adversidad y elevando la moral de un pueblo que se niega a rendirse. En sus genes llevan la herencia de los libertadores que dieron su vida por la libertad de todo un continente.

Debemos elevar la conciencia y comprender que estas elecciones no son solo para elegir a un presidente; son una oportunidad para preservar la dignidad de un país que no se vende ni se arrodilla ante imperios. 

No permitiremos que nos tutelen ni que nos conviertan en un patio trasero de una potencia genocida. Por eso decimos: ¡No Volverán!


Julio Ramos. 
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