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El 14 de mayo de 1957, bajo el seno de una familia de escasos recursos en la población de Caño Zancudo, estado Mérida, nació José Dorángel Vargas Gómez, conocido popularmente como El Comegente. Condenado a treinta años de prisión por los delitos de homicidio y canibalismo, se le nombra como el mayor asesino serial de la historia de Venezuela, dejando tras de sí un número incierto de victimas, a quienes además de matarlas las comía, que roza el medio centenar.
En su niñez, la familia de Dorángel (todos lo llamaban por su segundo nombre) se dedicaba a la agricultura. Él, a los trece años, abandonó los estudios e intentó adaptarse al estilo de vida familiar, sin embargo esto no le resultó bien. Su adolescencia y primeros años de adultez fueron caracterizados por el hurto de animales de las fincas aledañas. Esto, como consecuencia, lo llevó a la cárcel en un par de ocasiones.
Su tercer arresto se produjo en 1995, cuando las autoridades descubrieron que había asesinado, descuartizado e ingerido el cuerpo de un hombre, llamado Cruz Baltazar Moreno. Alegando «problemas mentales», fue internado en el Instituto de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca. Dos años después le dieron el alta ya que, según el reporte, no representaba «un peligro para la sociedad». Posteriormente se trasladó a la ciudad de Táriba, en el estado Táchira, donde vivió una vida aparentemente tranquila como indigente.
La tranquilidad de los habitantes de Táriba se vio alterada el 12 de febrero de 1999: miembros de la Defensa Civil que patrullaban los alrededores del río Torbes hallaron los restos de dos personas, por lo que alertaron a las autoridades. En una búsqueda más profunda por el lugar encontraron un total de seis cadáveres. La paranoia llevó a teorizar a los ciudadanos que aquel lugar podía ser centro de reunión para alguna especie de comunidad satánica que sacrificaba humanos.
Rápidamente los cuerpos de investigaciones científicas sospecharon de Dorángel, tras conocer su caso y a sabiendas de que residía en una casa de lata improvisada en la zona, por lo que se dirigieron a su morada. Al inspeccionar la choza los policías encontraron varios recipientes con partes humanas: desde cabezas cercenadas hasta pies y carne desprendida que, según comentaría El Comegente posteriormente, estaban próximas a ser su almuerzo.
Bajo custodia, no tardó en confesar sus crímenes ni mostró algún tipo de arrepentimiento. Solo afirmó que lo había hecho porque «tenía hambre», además de que aseguró que nunca mató a una mujer o un niño. En una entrevista, concedida a un periodista local, aseguró:
«¿Usted ha comido peras?, es igual, claro que como gente, cualquiera puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar el contagio de enfermedades… y sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas»
Debido a no poseer refrigerador asesinó constantemente para alimentarse. Se estima que superó las cuarenta victimas, sin embargo solo se le pudo acusar de diez casos que él confesó haber cometido entre noviembre de 1998 y enero de 1999. Recibió la máxima condena que puede ser otorgada por el estado venezolano (30 años) y actualmente reside en la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira.
En el 2016 estuvo involucrado en lo que se conoció como La masacre de Politáchira. En medio de un motín, que derivó en guerra de pandillas en el recinto, miembros de una de las bandas le obligaron, bajo amenazas de muerte, a que descuartizara a dos pandilleros rivales. Posteriormente los victimarios repartieron la carne de los asesinados entre 300 presos del recinto, quienes la comieron sin saber de qué se trataba.
Su siguiente víctima fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel, a quien cocinó en deliciosas empanadas, de acuerdo al testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo. Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo mató, Dorancel respondió: “como era tan buena persona seguro tenía que estar bien sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el “Hannibal Lecter de los Andes” comenzó a matar personas cada semana.
Al día de hoy Dorángel Vargas continúa en la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira. Su estadía en prisión terminaría en el 2030 (para ese momento tendría 90 años de edad). A pesar de que fue declarado con esquizofrenia nunca ha intentado apelar su condena. Aparenta estar mentalmente sano y tener conocimiento de las consecuencias de sus acciones.