Crónica
El baile de la sangre
Por: Ramón Centeno
@elboligrafo
«El Portugués»
llegó a las 7:00 de la mañana. Siempre puntual. El carro que lo llevó hasta «La
casa de los sueños interrumpidos» fue una furgoneta verde sin placas y con
fallas en el motor. Los dueños de aquella casa le abrieron el portón:
¡Bienvenido Don Rubén!, dijo una mujer que aparentaba entre 40 y 45 años de
edad.
Rubén de Jesús,
fue un empresario caraqueño, próspero en sus negocios y con más de 60 años en
el país. Era oriundo de Portugal. A finales de 2018 su ayudante decidió «venderlo»
a un grupo de robaquintas. Los delincuentes cuadraron y el hecho se consumó: al
infortunado lo mataron y su cuerpo fue congelado en una nevera.
Una cama placentera
Era domingo, mi
primera guardia como reportero de sucesos para el periódico Últimas Noticias.
Un cielo tan lleno de nubes que la única estrella quedaba como humillada en un
ángulo.
Colegas
desconocidos, una libreta y un bolígrafo.
También iba conmigo un cargamento de miedo que invitaba a escudriñar
dentro de aquella casa, dueña de los secretos más íntimos de hombres y mujeres.
.
Por una ventana
me asomé: allí estaba El Portugués: acostado, sin camisa pero con una corbata
que le llegaba al ombligo. La misma mujer que lo recibió lo estaba bañando -
como preparando a un cumpleañero para su torta-.
El hombre de 71
años estaba pálido y malencarado. Sus cachetes ya estaban hinchados de la
golpiza que recibió, sus piernas cortas amarillentas aparentaban una petición:
alguna cobija que cubriera sus partes íntimas.
Su última comida
fue la cena: arroz, ensalada y pollo, dijo uno de los tres hombres que estaba
rodeando el cuerpo, cuchillo en mano, emulando a un carnicero con experiencia.
.
Por debajo de la
camilla corre la sangre a un rumbo desconocido. De aquel longevo y cansado
cuerpo sacan corazón, hígado y estómago. Los pesan por separado y ahí yace El
Portugués sin poder decir quiénes lo mataron. El hedor solo lo soporta Rubén.
En el primer
apretón del cuchillo sobre la piel sale un suspiro de la cavidad torácica
simulando vida o más bien el último respiro. Sigue danzando la sangre por el
metal de la camilla que sostiene el flácido cuerpo mientras otras manos apartan
pedazos de intestinos anclados en forma de gelatina. .
En ese salón
todo se paraliza. Se congelan las ideas y se detiene la vida.
¿De qué murió?, interrumpe un funcionario CICPC.
Mientras sigue
jurungando entre vísceras y tejidos uno de los ayudantes echa un chiste. Se
ríen mientras Rubén, convertido en cadáver, sigue estático, rígido, serio..
A Rubén lo
tratan como a un familiar cercano: le cosen
el pecho como si subieran el cierre de un pantalón. Lo secan, lo peinan
y lo mandan a vestir con los familiares. Al empresario
Rubén le encajaron 15 puñaladas y su cuerpo fue encontrado en una nevera en
posición fetal. Al despedirlo de
la morgue una voz serena repite con firmeza: Próximo por favor. Afuera sigue la
vida y mil historias que seguir escribiendo.
Anécdota de una pauta periodística cubriendo sucesos