La candidatura presidencial del pastor evangélico Javier Bertucci en
Venezuela, de cara a las elecciones presidenciales del 20 de mayo, no es
un fenómeno aislado en la política latinoamericana.
Aunque el ascenso y la preeminencia de factores clericales al poder
no es una novedad en la política mundial, especialmente en regiones del
mundo como Medio Oriente, el auge del protestantismo en un rol
protagónico de la política tiene particularidades y es un proceso que
algunos podrían considerar llamativo y en algunos casos peligroso.
El líder religioso de "El evangelio cambia", Javier Bertucci, ha
irrumpido en la política venezolana en el marco de una crisis del orden
político e institucional, al unísono de una fuerte coyuntura económica.
Según varias encuestadoras como Datanálisis, Hinterlaces y Consultores
21, Bertucci obtendría en las elecciones de mayo no menos de 10% de los
votos. Un resultado que colocaría a sus fuerzas políticas en el tercer
lugar de la composición electoral venezolana, lo cual podría
considerarse positivo para una novísima agrupación política, que además
obtendría ese resultado abriéndose paso a fuerza en un contexto político
consistentemente polarizado como es el caso de Venezuela en los últimos
20 años.
El 2 de julio de 2003, Bertucci fue detenido y luego imputado por las
autoridades venezolanas bajo cargos de "contrabando agravado y
asociación para delinquir". Así lo reseña una nota
elaborada por el Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación que lo investigó por su implicación directa en los
llamados "Panamá Papers".
Según esa investigación Bertucci lidera un entramado empresarial con
sede en Panamá, Miami y Venezuela, según evidencian documentos que
formaron parte de la filtración "Panamá Papers" en los que 370
venezolanos, entre ellos el pastor, utilizaron el bufete de abogados
Mossack Fonseca para ocultar activos en paraísos fiscales. Bertucci fue
beneficiado con medidas cautelares y, como es común entre dirigentes
antichavistas, parece haber saltado al ruedo electoral para proteger su
figura y eludir la ley.
Sobre la cuestión protestante en la política latinoamericana
Hay países para los que no es ninguna novedad la presencia del
protestantismo en la política. EEUU es el caso más emblemático de ello
como resultado de la influencia británica y el proceso de colonización y
ocupación de Norteamérica, emprendida por factores clericales
protestantes que vieron en el nuevo mundo una alternativa a la vieja
Europa que proscribía a los diversos grupos religiosos pertenecientes a
esta familia y que habían sido considerados bastante "conservadores".
Hay diferencias a sopesar en los momentos y en las características
del auge del protestantismo en la política del continente. A diferencia
de EEUU, Reino Unido, Francia, Holanda, Canadá y otros tantos del orbe
que han tenido presidentes o primeros ministros pertenecientes a alguna
religión protestante, como bautistas o anglicanos (Trump es evangélico, según el vicepresidente Pence), en América Latina el fenómeno se está presentando de manera distinta.
Para la tradición de líderes de religión protestante en Europa y
América la religión es un componente accesorio, que acompaña la figura
de dirigentes que en teoría darían ejercicio a gobiernos laicos. En
América Latina el fenómeno viene de la mano de las mismas iglesias y la
propia presencia de "Dios" como factor de campaña política y ejercicio
del gobierno.
El caso de Brasil es representativo. El protestantismo en los
liderazgos políticos logró penetrar transversalmente la política más
allá de los partidos al punto en que justo en los momentos en que se
producía un golpe de Estado por vía parlamentaria a Dilma Rousseff, en
el marco de ese debate era sólida la presencia de diputados y senadores
que abiertamente legitimaron su conjura de golpe y desmantelamiento de
la institucionalidad brasilera "en nombre de Dios".
Una narrativa que también iba condimentada de frases alusivas a la
corrupción, pero que venía también precedida de posiciones de los
parlamentarios en debates, abiertamente en contra de la formulación de
políticas para la comunidad sexodiversa, posiciones en contra del
aborto, la legalización de la marihuana, entre otros temas. Discusiones
que tienen lugar en diversas latitudes del mundo y que no son posibles
en Brasil por el gran poder del séquito evangélico en la política.
Este fenómeno también está presente en Centroamérica, especialmente
en Guatemala, Costa Rica y El Salvador. Donde una cuota de los
protagonismos políticos está compuesta por seguidores de la fe
evangélica en sus diversas denominaciones.
Uno de los factores causales de estos fenómenos es el agotamiento de
los sistemas tradicionales de partidos políticos, acompasado de la
crisis de representatividad propia de los sistemas presidencialistas y
parlamentarios en esta región del mundo. Instancias que cíclicamente se
decantan en encrucijadas y cambios de ciclos políticos, donde un partido
y luego el otro van y vienen en las instancias de gobierno.
Este modelo que tiene tendencia al desgaste mientras no existan
conmociones y transformaciones consistentes del hecho político y que
además es susceptible a los desencantos de la corrupción, las crisis
económicas o las malas gestiones de gobierno.
En esos boquetes dejados por los partidos tradicionales ha encontrado
un espacio el liderazgo evangélico regional. Un contrasentido, si
entendemos que son precisamente los liderazgos religiosos del
protestantismo los que regularmente se ven señalados de situaciones que
no son nuevas en la política como la corrupción.
Como es sabido, la ética protestante y la configuración de las
estructuras clericales evangélicas desarrollaron el incentivo del diezmo
a beneficio de pastores, lo que matemáticamente se ha traducido en
acumulación de incontables riquezas para muchos de estos religiosos.
Javier Bertucci es uno más de esa lista. Hombre televisivo en la
media noche venezolana, es señalado de acumular enormes riquezas a
expensas de su fe y con un prontuario a cuestas que seriamente cuestiona
su posición como hombre pulcro en la política. La aspiración
presidencial por parte del "Hombre de Dios", como le llaman algunos de
sus seguidores, es en efecto una novedad en la política venezolana.
Política, religión y Latinoamérica
Yoweri Museveni
de Uganda, al parecer, es uno de esos líderes de facto que parece no
molestar a nadie, entendiendo que tiene ya más de 30 años en el poder y
no ha sido derrocado por EEUU. Tal vez la penetración de empresas
petroleras estadounidenses en ese país tenga algo que ver.
En todo caso Museveni, de religión protestantista anglicana, se ha
dado a conocer como una de las figuras más controversiales de la
política precisamente por seguir fielmente desde el gobierno sus
postulados religiosos. Aunque pueda ser religiosamente devoto, es
políticamente obsceno.
Recientemente fue anulado por el parlamento de su país un decreto en
el que, contra toda la legislación internacional, criminalizaba a la
homosexualidad. Generando con ello detenciones masivas y persecuciones
contra la comunidad sexodiversa de ese país. Ahora Museveni ha propuesto
la prohibición del sexo oral por considerarlo una afrenta importada de
otras culturas, pues como buen conservador señala que "la boca es sólo
para comer".
La cuestión protestante en la política de América Latina viene
acompañada del culto, la masa evangélica y el conjunto de promesas
políticas que están resemantizadas alrededor de la doctrina cristiana
evangélica como ejercicio de gobierno. O lo que Bertucci respondería
como "el gobierno de Dios en Venezuela" como propuesta central de su
mandato. Una obscenidad política que puede irritar a la creciente masa
atea o a personas que simplemente tienen el sentido común de no delegar
la política a "Dios", porque "nunca lo he visto" o porque "él no es
quien se deba ocupar de esas cosas".
En todo caso Bertucci ha dicho que su eventual gobierno será el peor
para cualquier lucha en las causas del aborto y la sexodiversidad.
Movimientos que son continentales y que están transversalizando las
discusiones políticas en todos los países del mundo. Promete un gobierno
neoliberal, empresarial y evangélico. Pero además ha dicho que
incorporará a "Dios" en la educación venezolana. Parece que ahora sí hay
alguien que verdaderamente quiere adoctrinar a los niños y no es
Chávez.
Las iglesias evangélicas son instancias que se han desarrollado
eficaz y aceleradamente en Venezuela, especialmente desde la segunda
mitad del siglo XX. Dadas las prácticas clientelares que se desarrollan
en esos séquitos religiosos. Sí, es clientelismo que en una instancia
alguien favorezca a otro por la filiación religiosa.
Por eso ha sido común el ascenso de funcionarios evangélicos a
instituciones, las cuales luego, sospechosamente, se llenan de más
evangélicos. Incluso casos como esos han sido reportados en el chavismo,
donde hubo un ministro de defensa, Gustavo Reyes Rangel, quien apareció
en un video realizando movimientos idénticos a los de una convulsión y
hablando en una lengua indescifrable parecida al proto-arameo al recibir
el "toque del espíritu santo".
Ha sido así el caso de Brasil, donde la presencia de líderes
evangélicos en espacios medios de la política sólo sirvió para el
ascenso y la incorporación de otros líderes evangélicos, secuestrando la
escena política a expensas de partidos políticos que funcionan como
iglesias e iglesias que funcionan como partidos políticos. Generando
prácticas rigurosas de exclusión a otras tonalidades y estilos de la
política, y por otro lado, con un empleo eficiente del "rebaño" en
fanatizar la política desde detalles como "poner a orar" a los
funcionarios (creyentes o no) en instituciones o execrar a quien se
declare "no creyente" o de otra religión ante cualquier instancia
gubernamental.
La propagación de las posturas ultra-conservadoras son otra seria
cuestión, en un Brasil que lejos de adecentar su política por
supuestamente tener "hombres de Dios", se degrada justo ahora en el
marco de una dictadura institucional, la judicialización de la política
contra la figura de Lula de Silva y el deterioro acelerado del entramado
jurídico, con evangélicos con roles protagónicos y en primera línea
ejecutando el descuartizamiento del Estado.
Brasil ha conocido la promoción del máximo lucro de la empresa
privada, con patrocinio evangélico y a expensas del saqueo de recursos.
Esto fue analizado hace par de siglos por Max Weber en su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Para los protestantes, su posición sobre el dinero es diametralmente
opuesta a la lógica cristiana apostólica y romana que proclama que "es
más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que un rico
entre al cielo". Para los evangélicos el lucro y la acumulación son
rasgos de las "bendiciones de Dios" en la tierra. De ahí que a muchos
seguidores evangélicos no les molestan las bendiciones con las que viven
sus pastores gracias al diezmo.
En Brasil esto ha derivado en las manos empresariales y evangélicas,
funcionando como un binomio, apoyándose una a la otra en beneficio
mutuo. Pues en realidad, así como en Venezuela "El evangelio cambia", en
Brasil las iglesias evangélicas son en realidad empresas con gran
apresto comunicacional que interactúan como factores de la política y
son al mismo tiempo factores lobbistas de grandes empresas y
conglomerados que manipulan las instituciones y las legislaciones a
gusto.
Ejemplo de ello es que en el marco de la dictadura de Michel Temer,
apoyada por los evangélicos, han modificado la Constitución para
congelar el gasto social en las próximas tres décadas y se han efectuado
modificaciones severas a las legislaciones laborales y sistemas de
jubilaciones y pensiones, produciendo situaciones retrógradas en
derechos de la población y en beneficio de los grandes factores
empresariales cercanos a las estructuras del gobierno de Brasil.
En otros temas, la comunidad evangélica es abiertamente seguidora del
cristianismo sionista. La idea de una "nueva Jerusalén" en el cielo,
pasa también por las constantes alusiones, referencias y promociones al
Estado de Israel, que sabemos se ha consagrado como una instancia
transgresora del derecho internacional y militarmente muy agresiva.
Todos los líderes protestantes estadounidenses han legitimado y
patrocinado el poder de Israel, contribuyendo a que prácticamente se
vuelvan un factor político incontrolable en una de las zonas más
sensibles e inestables del mundo.
Los riesgos de colocar a líderes religiosos en instancias de poder, o
que acceden a cargos sobre los hombros de sus seguidores, yacen en la
colocación de ingredientes peligrosos de fanatismo doctrinal a la
política.
Históricamente han estado signados por la intolerancia y la
imposición de creencias en el ejercicio de gobierno. Algo que en esencia
es una afrenta a los Estados modernos, laicos, que vienen precisamente
desde Enrique VIII de Inglaterra, quien para poder casarse por segunda
vez tuvo que separar a la corona de la Iglesia. No está demás recordar
ese dato. Entendiendo que las particularidades de la vida personal de
Enrique VIII se trasladaron a la política mundial y eso obedece a
razones de sentido común.