Poder Vs Miedo: Rompe las Ataduras de la Manipulación
Por: Deisy Viana
Déjame contarte que estuve en una comunidad en la que unos auto llamados "líderes" sometieron a otros miembros de la comunidad a vivir momentos de mucha tensión, porque resulta ser que ellos son los que aprueban y desaprueban todo ¿y la asamblea de ciudadanos? ¡Bien gracias!
El deseo de poder ha sido una constante en la historia de la humanidad, un motor que ha impulsado avances, cambios y tragedias por igual. Este anhelo, cuando se ejerce desde un lugar de ética y responsabilidad, puede ser una fuerza transformadora para el bien común. Sin embargo, cuando el poder se convierte en un fin en sí mismo, es fácil que la ambición desmedida abra la puerta a la manipulación y el control sobre otros. En ese contexto, el derecho a decir "no" se convierte en un acto de valentía y defensa de la libertad personal, un desafío a las dinámicas de dominación que buscan perpetuarse a través del miedo y la coerción.
El poder en sí mismo no es algo intrínsecamente malo. Es un medio para liderar, construir y organizar. Sin embargo, cuando el deseo de poder se desvirtúa, puede volverse insaciable y egoísta. Aquellos que buscan poder absoluto, a menudo lo hacen impulsados por la necesidad de llenar vacíos personales, de validar su posición o simplemente de someter a otros. Este deseo descontrolado no solo transforma a quien lo ejerce, sino que crea un entorno de desigualdad y tensión.
En los sistemas jerárquicos, ya sean políticos, laborales o sociales, este deseo encuentra terreno fértil. El poder mal ejercido no busca servir, sino perpetuarse. Y para lograrlo, recurre a herramientas como la manipulación, la desinformación y la imposición del miedo.
La manipulación es el instrumento preferido de aquellos que desean mantener el poder a toda costa. Puede manifestarse de manera sutil, a través de discursos persuasivos que distorsionan la realidad, o de manera más agresiva, con amenazas directas o condicionamientos emocionales. Los manipuladores suelen explotar las vulnerabilidades de las personas, apelando a su deseo de pertenencia, su miedo a las consecuencias o su necesidad de validación.
En estos contextos, el consentimiento deja de ser auténtico. Muchas personas se ven empujadas a participar o aceptar ciertas dinámicas no porque lo deseen, sino porque sienten que no tienen otra opción. La manipulación no solo socava la libertad individual, sino que también debilita el tejido social, al fomentar relaciones basadas en la coerción en lugar de la confianza y el respeto mutuo.
Frente a estas dinámicas, el derecho a decir "no" emerge como un acto de resistencia y un ejercicio de libertad personal. Decir "no" no solo implica rechazar la manipulación o el abuso, sino también reafirmar la autonomía, la dignidad y los propios valores. Sin embargo, en un mundo donde el miedo a las represalias, al rechazo o a la exclusión está tan arraigado, este derecho no siempre es fácil de ejercer.
Reclamar el derecho a decir "no" sin miedo requiere fortaleza interna y el apoyo de comunidades que valoren la diversidad de opiniones y la libertad de elección. También demanda un entorno donde las estructuras de poder sean transparentes y responsables, y donde se valore más la integridad que la obediencia.
Combatir las dinámicas de manipulación y control requiere un esfuerzo colectivo. Se trata de cuestionar las jerarquías opresivas, de educar sobre derechos fundamentales y de construir relaciones basadas en el respeto mutuo. A nivel individual, implica trabajar en el desarrollo de la confianza en uno mismo y en la capacidad de establecer límites claros. A nivel social, implica crear espacios seguros donde se fomente el diálogo honesto y se rechacen las prácticas coercitivas.
La Biblia, como fuente de sabiduría, nos invita a reflexionar sobre el ejercicio del poder desde una perspectiva ética y espiritual.
En 2 Timoteo 1:7 se nos dice: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio." Este versículo nos recuerda que el verdadero poder no se basa en la manipulación ni en el miedo, sino en el amor, la autodisciplina y la fortaleza para actuar con integridad.
En última instancia, el poder bien ejercido no busca dominar, sino liberar; no busca imponer, sino inspirar. Y es en ese modelo donde encontramos la posibilidad de construir un mundo más justo y equitativo.