Palabras que instan a la acción y al
compromiso
Oscar Humberto González Ortiz
En reciente reunión en la universidad
con un grupo de jóvenes estudiantes, formulé la siguiente pregunta: “¿Cuándo
fue la primera vez que escucharon hablar del Comandante Hugo Chávez?”. La
respuesta fue nostálgica, ya que la mayoría de los presentes no tuvieron la
oportunidad de encender el televisor y presenciar en vivo aquellos momentos
históricos al expresar la frase “Por ahora”, que marcó un hito en la política
venezolana.
Muchos de ellos eran niños durante
época significativa del país, lo que les da perspectivas distintas sobre la
historia reciente; la falta de vivencias directas con el pasado puede impedir
la comprensión del peso de esas palabras y su impacto en el imaginario
colectivo. Parafraseando a Alí Primera, icono de la música venezolana y crítico
del sistema, podríamos decir que, antes de la expresión de esa frase, «en lugar
de ofrecer cariño y respeto a Venezuela, lo que se veía era un constante “manoseo”
de su esencia”. Esta metáfora captura la realidad compleja: el país objeto de
manipulación política y económica por parte de diversos actores a lo largo de
los años, dejaba a los ciudadanos atrapados entre promesas incumplidas y
realidades crudas.
El diálogo entre generaciones se vuelve entonces esencial. Los jóvenes pueden aprender sobre sus raíces a través de relatos orales, documentales o incluso debates académicos que les permitan conectar con la historia que no vivieron pero que, sin duda, les afecta. La historia no es una sucesión de fechas y eventos, es un tejido en el que cada hilo representa vivencias. Compartiendo estas narrativas, logramos preservar la memoria colectiva fomentando conciencia crítica sobre la historia del pasado, con el deseo de entrelazar las lecciones aprendidas en el presente para que sirvan de brújula al futuro de los seres humanos. Esta afirmación de sentido universal, al referirse a los venezolanos, nos plantea que cada conversación es un acto de esperanza por un país que merece ser tratado con dignidad.
Liderazgo de impacto creador
La comparación
entre el antes y el después del célebre “por ahora” revela transformaciones en
la manera de relacionarnos con los líderes y la historia. Antes de la llegada
del Comandante, la política era un terreno vedado para el ciudadano común,
hablar con un Presidente solía estar revestido de un halo de reverencia, donde
las particularidades se limitaban a hechos distantes y fríos.
Sin embargo, el Comandante
Chávez rompió con esta narrativa, modificando la percepción del liderazgo. Para
él, no existía el cansancio cuando se trataba de conectar con el pueblo, cada
encuentro fue una oportunidad para abrazar, escuchar y compartir. Su manera de interactuar
humanizaba acercando a un pueblo que, por mucho tiempo, había sentido que sus
voces eran ignoradas. Este estilo de liderazgo no era simbólico, se traducía en
acciones concretas, llegando a enfrentarse a potencias que parecían
invencibles, desafiando el statu quo
con energía contagiosa que inspiró a muchos.
¿Cómo no dejarse
llevar por la fuerza arrolladora que emanaba? Su amor por la patria era
palpable, su lealtad hacia los más desfavorecidos estaba presente en cada
discurso. En este contexto, condujo la figura de Bolívar al presente,
llevándonos a redescubrirlo como un héroe verdadero, no como una simple estatua
en una plaza olvidada. Nos recordó que la historia es un legado vivo que
debemos honrar, reviviendo el despertar patriótico y guerrero más allá de las
palabras.
Estimulaba la
conciencia colectiva, impulsando a muchos a involucrarse activamente en la
construcción de la sociedad; por ello, su legado trasciende el mensaje persistente
en las luchas cotidianas de aquellos que creemos en un futuro mejor. En
definitiva, su impacto dejo huellas en la identidad nacional venezolana, transformando
la política y el alma misma del país.
Él cantaba, con su voz potente, llena
de vida, cada arenga pronunciada fue una lección en sí misma. Tuve el
privilegio de conocerlo en persona, y puedo afirmar sin dudar que ese encuentro
transformó mis perspectivas. La figura del Comandante abarcó múltiples facetas:
protector del ambiente, educador, comunicador, político, padre, tío, hermano,
abuelo, militar y líder geopolítico; esta complejidad es lo que lo hace
referente poderoso para las nuevas generaciones.
En cada conversación, en cada gesto,
enseñaba la importancia de la historia y la identidad. Como reza una de las
canciones más queridas del pueblo: “Chávez vivirá por siempre”. Estas líneas
son eco de nostalgia, es un compromiso que se renueva cada día. Recuerdo
vívidamente cómo estaba siempre dispuesto a compartir conocimientos, a
corregirnos con amor y guiándonos hacia el futuro. En sus últimas actividades,
su mensaje era claro y contundente: “Hoy tenemos patria”. Estas palabras
instaban a la acción y al compromiso colectivo.
Su legado no se limita a su figura,
se extiende a través de nuestras acciones diarias. Cada vez que luchamos por la
justicia social, cada vez que defendemos los derechos del pueblo, estamos
perpetuando su espíritu. Así, Chávez vive en nuestros corazones, en el tejido
mismo de las acciones cotidianas. El ejemplo fue una invitación constante a
reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad y a actuar en consecuencia.
Enseñó que la verdadera patria se
construye con amor y esfuerzo compartido, cada individuo tiene un rol
fundamental. A medida que los jóvenes enfrentan los desafíos del presente, recuerden estas lecciones: el cambio es
posible, cada uno de nosotros puede ser agente transformador; en este sentido,
el legado del Comandante sigue vivo, inspirándonos a seguir adelante con
determinación en busca de una sociedad más equitativa.