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Werther Sandoval

Periodista. Profesor universitario.


La desaceleración de la demanda China en medio de la creciente oferta mundial de crudos podrían ser variables más inquietantes para el futuro del petróleo venezolano que la amenaza de Donald Trump de suspender el permiso dado a la norteamericana Chevron para explotar y exportar a EEUU el crudo zuliano del bloque Boscán.

En declaraciones dadas durante su primera rueda de prensa tras el triunfo electoral, y tras meses sin nombrar a Venezuela, el presidente electo exigió al gobierno del también presidente electo Nicolás Maduro, recibir a lo venezolanos que serán deportados y, aunque no asoció ambas ideas de manera explícita, aludió que la no recepción de inmigrantes implicaría retirar a las empresas petroleras de EEUU que actúan en la Patria de Bolívar.

“No tenemos que comprarle petróleo a Venezuela”, dijo. “Tenemos 50 veces más de lo que ellos tienen. Es realmente increíble la cantidad que tenemos. Esta vez tenemos una ventaja muy grande que no teníamos en el mandato anterior”.

Así las cosas, Trump habla cual si todos los petróleos fueran iguales y se jacta de que podría suspender la licencia a Chevron para así dejar de importar el petróleo agrio tipo Merey venezolano, con el cual se alimentan algunas de las principales refinerías del Golfo de México. La pregunta es: ¿Qué tan fácil o difícil es el proceso para tomar esta decisión?

La Agencia Internacional de Energía, AIE, señala que en octubre pasado EEUU importó 279.000 barriles diarios de petróleo venezolano, cifra con la cual Venezuela escaló al cuarto lugar con mayor volumen de crudo colocado en ese país, luego de Canadá con 3.6 MMBD, México 393 MBD, Arabia Saudita 287 MBD; y por encima de Colombia 210 MBD, Brasil 198 MBD, Irak 194 MBD, Guyana 189MBD y Ecuador 128 MBD.

Esas son las cifras recientes. A partir de ellas, los empresarios estadounidenses están presionando, discretamente, al presidente electo, Donald Trump, para que abandone la «campaña de máxima presión» sobre Venezuela en su segundo mandato y llegue a un acuerdo con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, informa The Wall Street Journal.

Un acuerdo con el gobierno de Venezuela cumpliría, según los grupos de presión, dos prioridades claves de la campaña de Trump: Reducir la inmigración ilegal y bajar los precios de la energía para los consumidores estadounidenses.

Los grupos de interés de estos empresarios dicen, afirma The Wall Street Journal, que en lugar de buscar un cambio de gobierno en Venezuela intensificando las sanciones, las cuales empobrecen aún más a las personas que huyen de Venezuela y muchas terminan en Estados Unidos, la nueva Administración estadounidense debería buscar negociaciones con el gobierno del presidente venezolano que permitan el flujo de petróleo pesado venezolano a Estados Unidos.

Reseña que algunos empresarios, como Harry Sargeant III, multimillonario donante del Partido Republicano, piden un acuerdo con Venezuela. «Es indiscutible que el renovado flujo de asfalto venezolano de alta calidad y bajo costo hacia Estados Unidos ha sido un beneficio para el contribuyente estadounidense», declaró al WSJ Harry Sargeant IV, hijo de Harry Sargeant III y presidente de la compañía Sargeant, que recientemente importó 43.000 barriles de asfalto líquido de Venezuela.

«Ha sido un golpe para nuestros competidores estratégicos porque bajo las sanciones estos barriles se convirtieron en fuel con grandes descuentos que simplemente subvencionan la economía china», añadió.

Otro enfoque es el de Alex Vallenilla, quien en su artículo titulado ¿Trump dejará de comprar petróleo a Venezuela?, publicado el 17 de diciembre pasado en Finanzas Digital, explica que desde hace semanas el presidente electo dice que dejará de comprar petróleo a Venezuela y que no necesita el de Arabia Saudita basado en la alta producción petrolera en Estados Unidos, usando la tecnología de “fracturación”.

“La mayor cantidad de petróleo que produce Estados Unidos es para la exportación. Sobre esto hay algunas limitantes. Después de la crisis financiera de 2008, el precio del petróleo no volvió a bajar de 50 dólares, salvo cuando estuvo por debajo de cero, en medio de la pandemia del Covid-19. Para mantener las operaciones de la “fracturación” se requiere que el crudo cotice sobre los 60 dólares, o las operaciones no serán rentables. No es casual que, en medio de la guerra entre Ucrania y Rusia, el precio máximo de venta que se le permite a los rusos es de 60 dólares por barril”.

Vallenilla señala que “No se trata de que Estados Unidos produzca mucho petróleo. O que Venezuela “sea irrelevante”, como aseguran en algunos sectores, más por sesgo político, que por razones técnicas. Más bien por desconocimiento. El problema no está en la producción, sino en los costos del transporte debido a las regulaciones del cabotaje en ese país. Desde 1920 existe la Ley Jones, que establece restricciones duras y firmes para el comercio costero norteamericano, dentro de medidas que tienen como prioridad la seguridad nacional, que el comercio mismo. Para los norteamericanos resulta más barato importar petróleo, que consumir el propio, debido precisamente a la normativa. Los barcos extranjeros que exportan e importan petróleo desde y hacia Estados Unidos, no están sujetos a tales regulaciones”.

Detalla que para que se pueda llevar petróleo desde Texas a cualquier parte de Estados Unidos, se tiene que usar barcos norteamericanos, construidos en astilleros de ese país, de propiedad de empresas de capital y accionistas estadounidenses. La tripulación también debe ser totalmente norteamericana o al menos el 75 % de esta. El resto debe tener vínculos con los estadounidenses. Esto implica una cadena de costos muy elevados, comenzando por los salarios. Un trabajador petrolero en Estados Unidos gana 10 y 15 veces más, a lo que gana uno en Venezuela, por ejemplo. Por algo Chevron explota petróleo en Venezuela. Es un asunto de costos, no de caprichos o de sesgos políticos o ideológicos.

Apunta que el transporte de petróleo por la red de oleoductos no es suficiente, con grandes desventajas hacia California. Todavía se hace en ferrocarriles, usando las mismas vías férreas de los pasajeros. La construcción de nuevos oleoductos, no son una opción rentable ahora y menos en un mundo en que el sector tecnológico amenaza al sector petrolero, con el carro eléctrico.

Según investigaciones en Estados Unidos, si se deroga la Ley Jones, la reducción de costos sería poco significativa. Aunque 36 % del consumo de petróleo extranjero se vería reducido, pero todavía necesario.

Por lo visto, eliminar una ley que tiene más de 100 años, cambiaría todo un sistema, aunque Trump se declaró antisistema, el experimento tendría efectos más adelante. No es en vano que, en 2016, los norteamericanos decidieron poner fin a la prohibición de exportación de su producción petrolera, establecida en 1975 en medio del embargo petrolero árabe. Hay que repetirlo, es menos costoso vender el petróleo norteamericano fuera, usando barcos extranjeros.

A lo anterior hay que sumar, que, por ahora, Venezuela y Guyana bombean crudo que está impulsando de nuevo los niveles de las Reservas Petroleras Estratégicas (SPR) estadounidenses. Según el último reporte del Departamento de Energía, hay 393 millones de barriles para la fecha actual. Estas se encontraban en 346,59 millones de barriles en julio de 2023. La recuperación de las SPR se acelera a partir de octubre de 2023, cuando Chevron recibe una ampliación de licencias, de la misma manera las empresas de servicios extranjeras, para operar en Venezuela, en el marco de una distensión entre la Casa Blanca y Miraflores.

“Para llevar a las SPR a los niveles de 700 millones de barriles, previos a la guerra entre Ucrania y Rusia, se podrían llevar al menos unos siete u ocho años, manteniendo el ritmo actual y con los precios estables. A menos que Donald Trump esté pensando romper todo el sistema que existe en su país, solamente para dejar de comprar petróleo a Venezuela, sería muy fundado su anuncio, o estamos ante una reedición de anuncios que solamente sirven para arrancar “Me gusta” o “RT” en las cuentas de redes sociales de algunos dirigentes políticos”.

A esta incertidumbre sobre la decisión que podría tomar Trump respecto a la compra del crudo venezolano, habría que agregar otra, más de naturaleza estructural del mercado mundial, entorno a la importación futura de petróleo por parte de China.

La empresa China Petrochemical Corp, Sinopec, vaticinó que el consumo petrolero chino alcanzará su pico máximo en 2027, con unos 16 millones de barriles por día, para cuando el gran país asiático produzca 4 MMBD y refine 18 MMBD.

De hecho, la AIE informa que si bien el mercado está evaluando de cerca las tensiones geopolíticas en curso y la evolución de la dinámica de la oferta de la OPEP+, la pregunta más importante para 2025 sigue siendo la demanda mundial de petróleo.

“La abrupta interrupción del crecimiento de la demanda de petróleo china este año, junto con aumentos marcadamente menores en otras economías emergentes y en desarrollo notables como Nigeria, Pakistán, Indonesia, Sudáfrica y Argentina, ha inclinado el consenso hacia una perspectiva más suave”.

Añade que en una ruptura con las tendencias recientes, la demanda de petróleo de los países no pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE, llamada la organización de los países ricos, en el tercer trimestre de 2024, aumentó solo 320 MBD interanual, su tasa de crecimiento trimestral más baja desde el pico de la pandemia, mientras que los países de la OCDE registraron un aumento de 190 MBD interanual en el mismo trimestre.

“Se prevé que el ritmo relativamente moderado de crecimiento de la demanda mundial de petróleo continúe en 2025, acelerándose sólo modestamente de 840 MBD en 2024 a 1,1 MMBD, y que el consumo general alcance los 103,9 MMBD. La sobreproducción persistente de algunos miembros de la OPEP+, el sólido crecimiento de la oferta de los países no miembros de la OPEP+ y el crecimiento relativamente modesto de la demanda mundial de petróleo hacen que el mercado parezca estar cómodamente abastecido en 2025”.
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