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¿Qué Ocurrió?...¡No Jugamos Dominó!

Por: Oscar Humberto González Ortiz

Este viernes en la casa, con el ambiente impregnado del bullicio característico que se preparaba para una tarde de diversión, jugaríamos dominó en un live en redes sociales, lo cual despertó el entusiasmo general, y entre anécdotas, una compañera, a quien llamaremos Ana, pidió un favor: que la llevaran a su casa para recoger ropa adecuada para la ocasión. 

David y José, siempre dispuestos a ayudar, sin dudarlo, accedieron a llevarla. Sin embargo, lo que comenzó como un simple viaje se tornó en una experiencia inquietante. Mientras se acercaban a su hogar, Ana mencionó haber sentido una extraña explosión en uno de sus oídos, situación que inmediatamente alertó a David.  A pesar de la anomalía, continuaron con el plan. Sin embargo, tras haber recogido la ropa, regresando, Ana comenzó a mostrar signos de malestar. 

El dolor de cabeza así como náuseas intensas, en cuestión de minutos, comenzaba a afectar el equilibrio que antes tenía; se desvanecía, casi desmayándose; las paradas frecuentes para vomitar hicieron inevitable la situación que escalaba, hasta el punto en que casi pierde la conciencia. Cuando regresan a casa, la sorpresa es palpable entre todos, un instante de alegría se transformó en un episodio dramático. 

Una vez en casa, Ana estaba visiblemente afectada, su rostro pálido revelaba la gravedad del momento. Con preocupación, decidimos actuar rápidamente: le tomamos la presión arterial y le ofrecimos agua con azúcar o sal, aunque ella insistió en que primero verificáramos la presión. El tensiómetro reveló 130/90, los números indicaron que estaba dentro del rango normal, pero la inquietud persistía. ¿Qué podría estar ocurriendo? 

La situación se tornaba cada vez más caótica mientras tratábamos de ayudar a Ana. Después de un intercambio de diagnósticos poco acertados entre nosotros, decidimos que lo mejor era llevarla al Consultorio Popular de la comunidad. Llegando al centro asistencial, la situación se complicó más; Ana, visiblemente débil, casi se desmaya ingresando. La persona encargada de atenderla, con un semblante preocupado, informó que sólo podía medirle la presión y que lo mejor era trasladarla al hospital. 

La urgencia nos hizo sentir un escalofrío colectivo, no había tiempo que perder. Con el corazón en la mano, David dirige el vehículo hacia el hospital; llegando enfrentan una realidad desalentadora: una emergencia había dejado sin galenos disponibles el área de emergencia de la institución. En ese momento, David y José, comenzaron a recordar una famosa frase de una canción de merengue: “no nos digan que los médicos se fueron, no nos digan que no tienen anestesia…”. El sentimiento de desesperanza parecía sacado de una comedia dramática, como si estuvieran pasando el Niágara en bicicleta. 

Se desata el drama

Finalmente, los remitieron a otro centro de salud cercano. Al llegar allí, notaron que ya había varios pacientes esperando. Tras un chequeo rápido, le indicaron a José que comprara unos medicamentos y Omeprazol. Con el tiempo corriendo en su contra, se dirigió hacia la farmacia, entrando justo antes de que cerrara. 

Sin embargo, cuando regresó y comenzó a entregar las medicinas, una enfermera lo interrumpió en dos oportunidades, mandándolo a sentar en una camilla cercana sin dejarlo hablar. La escena se tornó cómica cuando el médico salió para administrar el tratamiento y casi le coloca la solución a José por error, quien estaba cómodamente sentado en la camilla. La confusión reinó por unos momentos; los pacientes comenzaron a reírse mientras algunos le advertían al médico que José no era el enfermo. 

Fue como si estuvieran en medio de una serie cómica donde los personajes se enredan en situaciones absurdas; seguidamente se dirigieron a la camilla donde estaba Ana y le colocaron la solución intravenosa junto con el tratamiento indicado. Las risas mezcladas con el alivio recordaban del absurdo de la experiencia: “Es muy duro pasar el Niágara en bicicleta”, cómo las aspirinas cambian de color ante las miradas preocupadas de quienes esperaban. 

Después de visitar los centros asistenciales: Consultorio Popular, hospital y el centro de salud, la melodía contagiosa del merengue sonaba en las cabezas de David y José como un recordatorio del ritmo vibrante de la vida, incluso en medio de la adversidad. Ana, quien estaba  lidiando con un imprevisto de salud, recibió la noticia del médico con una mezcla de alivio y confusión: “diagnóstico inicial laberintitis”. A pesar de que no le prescribieron ningún medicamento, el médico le recomendó regresar el día lunes para que el otorrino le realizara exámenes más minuciosos. En ese momento, la incertidumbre se apoderó de los acompañantes; sin embargo, al regresar a casa, la esperanza comenzó a florecer, tras una breve búsqueda, encontramos un medicamento que podría ayudarla con esos síntomas. Sólo dos pastillas llegaron a las manos de Ana, quien comenzó a sentirse estable y sus palabras fluyeron nuevamente como el agua en un arroyo tras una lluvia. 

El fin de semana fue testigo de su lenta pero notable recuperación; aunque no pudimos llevar a cabo el live ni jugar al dominó, pero el simple hecho de verla conversar era un triunfo en sí mismo. La llegada del día lunes marcó otro capítulo en esta historia; al asistir a la consulta con el otorrino, Ana recibió un nuevo diagnóstico: no era laberintitis lo que padecía, sino otitis con complicaciones nasales. Este giro inesperado muestra como es frágil la salud, a menudo, tomamos por hecho el bienestar que poseemos. En este contexto, es evidente que la verdadera riqueza radica en la salud; es el tesoro más valioso que podemos tener. 

Finalizo, rindiendo homenaje a todas esas personas admirables que luchan incansablemente por mantener la salud en las comunidades; a pesar de los desafíos y en oportunidades escasez de insumos médicos. Ese personal son héroes silenciosos que se encuentran en la primera línea de defensa contra las enfermedades, dedicando tiempo y esfuerzo para garantizar que todos tengamos acceso a una vida sana. Su compromiso es inspirador, cada pequeño gesto cuenta en la batalla por el bienestar colectivo. En tiempos en los que las enfermedades parecen acechar constantemente, es fundamental valorar y cuidar la salud como el bien más preciado que poseemos.

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