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Rehabilitando momentos y actos para la vida

Oscar Humberto González Ortiz


Después de participar en un programa radial donde compartí experiencias vividas sobre discapacidad temporal, recordé que la rehabilitación es un viaje lleno de desafíos y aprendizajes que trascienden el ser operado. En este sentido, comprendí que, aunque la intervención quirúrgica es un paso importante, la rehabilitación realmente orienta el camino hacia la plena recuperación. Así, cada sesión de terapia es una oportunidad para sanar donde está la lesión, como también para fortalecer el espíritu redescubriendo habilidades olvidadas o descuidadas. Por ello, decidí retomar este proceso con renovada energía, ya que cada avance, por pequeño que sea, representa un triunfo personal en el camino hacia mejorar la calidad de vida.

Al llegar al centro de salud para reiniciar el proceso de rehabilitación, fui sorprendió por la multitud de personas que, como yo, luchan diariamente por recuperar su bienestar. A medida que avanzaba por los diferentes cubículos, noté que las horas parecían volar, por la intensidad de las actividades como por la energía colectiva que emanaba de aquellos que esperaban su turno. Este ambiente lleno de esperanza hace pensar sobre la resiliencia humana; cada rostro representaba una historia única, además que la cantidad de personas buscando espacio en este servicio es un recordatorio palpable de que la salud es un tesoro que todos anhelamos y por el cual estamos dispuestos a esforzarnos. Sin duda, este lugar se convierte en punto de encuentro donde la solidaridad y el deseo de sanar se entrelazan en un mismo propósito.

Por cierto, la pelota de baloncesto ofrecida durante la llamada al programa radial fue ganada por una persona que, a pesar de su discapacidad, demostró una increíble determinación y pasión por la vida. Al concluir el programa, el equipo de Funicitec2.25 se trasladó hasta el hogar de la ganadora, en reconocimiento del esfuerzo que enfrenta diariamente. Este acto alegró el día de esa dama y refuerza la idea de que el deporte es un vehículo poderoso para la inclusión y superación personal. Aunque ella por sus condiciones no puede realizar actividad deportiva, seguramente encontrará el uso adecuado: lo rifará, regalará, donará…, de lo que estamos seguros es que, cada bote del balón será recordatorio de que los sueños no tienen límites y que la comunidad puede unirse para celebrar las victorias de todos, sin importar las circunstancias.

Una inesperada figura

Durante el desarrollo del programa radial, surgió el nombre de un personaje que está en la Biblia; en el relato sagrado, me llama la atención de como se veía este personaje a sí mismo: Mefiboset, quien, al ser cojo y crecer sin padre ni abuelo, llegaba a considerarse una persona sin valor, reflejando una triste realidad que muchas personas con discapacidad enfrentan en su vida diaria, “se autoseñalaba como un perro muerto”.

Sin embargo, en el centro de rehabilitación donde estoy asistiendo, encontré un ejemplo inspirador de determinación: una señora operada de la cadera tras una fractura de fémur. Su esfuerzo titánico para recuperar la habilidad de caminar es verdaderamente asombroso, cada paso que da se convierte en un testimonio de tenacidad y coraje. A través de su lucha, desafía las expectativas que otros podrían tener sobre ella, llegando a iluminar el camino para aquellos que, como Mefiboset, llegan a sentirse desvalorizados. En este espacio de rehabilitación, se entrelazan historias de superación que recuerdan que el verdadero valor radica en la perseverancia y fuerza del espíritu humano.

Después de admirar el asombroso trabajo de la señora de 96 años, en su proceso de recuperación, mi perspectiva sobre el esfuerzo se amplía, elevando mis niveles de exigencia personal. Observo que, en este momento para ella, lo que realmente importa no es la velocidad ni el tiempo, sino la paciencia y la calma necesarias para avanzar en el camino hacia la recuperación de la salud. Su dedicación enseña que cada pequeño paso cuenta, es esencial dejar de quejarnos y frustrarnos por la falta de resultados inmediatos. Las cosas suceden cuando tienen que suceder, y cada día trae consigo nuevas oportunidades para crecer y sanar. Aprendamos a valorar el proceso, entendiendo que lo importante es seguir adelante, sin prisa, pero con determinación, reconociendo que cada avance, por pequeño que sea, es un triunfo en sí mismo.

Mientras realizo los ejercicios, los susurros de dos personas a mi lado se cuelan en mi concentración, y una de ellas le dice a la otra: “Para allá vamos todos”. A primera vista, esta frase parece señalar una dirección física, como si se tratara de un camino que todos debiéramos seguir; sin embargo, reflexionando, aprecio que en realidad se refiere al inexorable paso del tiempo y los años que nos arrastran. Así, cada movimiento que hacemos por recuperar la salud en una sala de rehabilitación, se convierte en un acto simbólico de resistencia ante el avance del tiempo, recuerda que, aunque todos caminemos hacia el mismo destino inevitable, cada uno tiene el poder de decidir cómo enfrentar ese trayecto. Por lo tanto, en medio de los ejercicios y las conversaciones ajenas, descubro que la verdadera dirección está en la forma en que vivimos el presente, transformando cada instante en una oportunidad para crecer y adaptarnos a los cambios que la vida ofrece.

En este momento pienso sobre la aplicabilidad de la famosa frase “Si la vida te da limones, aprende a hacer limonada”, esto es, transforma las adversidades en oportunidades. Así, cuando enfrentes desafíos inesperados, como un repentino cambio de planes o una dificultad en el trabajo, optemos por ver estos obstáculos no como fracasos, sino como ingredientes para crear algo nuevo. Por lo tanto, adoptemos mentalidad proactiva y creativa, encontremos soluciones ingeniosas, cultivemos la resiliencia necesaria para navegar en espacios llenos de sorpresas.

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