La fe se transforma en un simple clic o en un «me
gusta»
Oscar Humberto González Ortiz
Soy de los que en cada amanecer agradecen a
Dios por un nuevo día, esta práctica de gratitud se ha convertido en un faro
que ilumina mis pensamientos. Recientemente, mientras caminaba saliendo de la
casa, encontré a una joven de aproximadamente dieciséis años, acompañada por un
niño pequeño de tres años. A su lado, había otro niño que parecía tener ocho.
En un impulso espontáneo, le pregunté al niño
de mayor edad, si quería ganarse un balón de baloncesto. La idea era simple:
para obtener el premio, debía expresar unas palabras a Dios. Lo que sucedió a
continuación fue una mezcla de sorpresa y reflexión. El niño pronunció mi
nombre con una claridad inocente y agradeció el regalo del balón, pero noté con
tristeza que le costaba articular el agradecimiento hacia Dios.
Este momento me llevó a pensar en cómo los
jóvenes de hoy parecen tener dificultades para agradecer las bendiciones en sus
vidas; en espacios saturados de estímulos inmediatos, las redes sociales y la tecnología dominan las
interacciones, por lo que, es fácil olvidar la importancia de la gratitud. Tal
vez se trate de una desconexión espiritual más profunda; quizás estamos dejando
de creer o esperando que se produzcan milagros evidentes como los que se narran
en las historias bíblicas, como el de Jonás.
Éste fue un profeta que intentó huir de su
misión divina y terminó siendo tragado por una gran ballena, lo que lo llevó a
reflexionar sobre su propósito y relación con Dios. La historia de Jonás perece
estar presente hoy en día; recordándonos que a veces necesitamos momentos
difíciles para regresar a lo esencial. Sin embargo, no siempre es necesario
experimentar una crisis para aprender a agradecer.
La gratitud puede cultivarse desde la infancia,
enseñando a los niños a reconocer lo bueno en sus vidas, incluso en las
pequeñas cosas. Cada gesto amable, cada regalo —como ese balón— pueden ser una
oportunidad para fomentar una conexión con lo divino. En este sentido, quizás
deberíamos encontrar maneras más creativas e inclusivas para acercarles a esta
práctica espiritual, utilizando ejemplos claros y accesibles que les ayuden a
comprender el valor del agradecimiento. Al final del día, la gratitud es un
acto hacia Dios; es una forma de vivir plenamente apreciando cada instante que
regala la vida.
¿Qué está pasando?
En el contexto contemporáneo, es fascinante observar cómo la tecnología
permea todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso la espiritualidad. Cada
mañana, el zumbido del celular despierta a las personas con notificaciones de
mensajes, imágenes y frases inspiradoras que prometen guiarnos por el camino de
la fe, aunque esta entrega virtual a menudo se queda en la superficie. La fe,
que debería ser un compromiso íntimo y profundo, se transforma en un simple
clic o en un «me gusta».
En este sentido, podríamos considerar que muchos sustituyen la conexión
auténtica con lo divino por una interacción fugaz que no logra satisfacer las
necesidades del alma. En tal escenario, los jóvenes se ven atrapados entre la
búsqueda de significado y la saturación de información; cuando enfrentan
momentos de crisis personal, es natural que busquen respuestas.
Sin embargo, muchos preguntamos: ¿en quién creen los jóvenes realmente?
A menudo, las redes sociales actúan como la brújula que indica hacia dónde
dirigir la fe, pero esta dirección puede estar influenciada por modas pasajeras
o la necesidad de pertenencia a un grupo. Así, en lugar de encontrar consuelo
en la espiritualidad tradicional o en prácticas religiosas consolidadas, optan
por seguir tendencias que ofrecen soluciones rápidas pero efímeras.
Históricamente, figuras como Jonás enseñan sobre el desvío del camino
correcto por miedo o confusión. Al igual que él, muchos jóvenes pueden sentirse
perdidos en un mar de información contradictoria y superficial. Mientras Jonás
intentaba huir de su misión divina, los jóvenes pueden estar intentando escapar
de su propia búsqueda de propósito a través del ruido digital. La pregunta persiste:
¿qué papel juegan las redes sociales en esta ecuación? La respuesta podría ser
tanto positiva como negativa: si bien pueden ofrecer apoyo, también pueden
fomentar desconexión con lo que realmente importa.
Por lo tanto, es capital promover una reflexión crítica sobre la fe en
el contexto actual. Alentar a los jóvenes a explorar sus creencias más allá de
las pantallas podría ser clave para reconectar con valores esenciales. La fe no
debe ser un mensaje reenviado; debe ser una experiencia vivida y compartida.
Fomentando espacios donde podamos dialogar sobre las dudas y anhelos
espirituales permitirá encontrar un sentido más auténtico en la búsqueda
personal. Así, tal vez podamos ayudarles a navegar entre las influencias
digitales y descubrir lo verdaderamente valioso: una conexión genuina con Dios
y consigo mismos.