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Ego en el Diván: ¿Qué Hay Más allá del Yo?

Por: Deisy Viana

Déjame contarte que en mi experiencia como trabajadora social, he tenido el privilegio y el desafío de enfrentar una infinidad de casos donde el ego inflado ha jugado un papel destructivo en las relaciones familiares y sociales. A través de estas vivencias, he aprendido que el ego no solo es una barrera para la empatía y la comprensión, sino también una fuente de conflictos y rupturas.

He visto cómo personas, en su afán de protegerse de sus propias inseguridades, desarrollan un ego inflado. Este mecanismo de defensa, aunque comprensible, puede llevar a una sobrevaloración de uno mismo que termina por aislar a la persona de su entorno. En una ocasión, trabajé con una familia donde el padre, un hombre exitoso en su carrera, no podía aceptar críticas ni errores. Su necesidad de ser visto como infalible creó una distancia insalvable con sus hijos, quienes se sentían constantemente menospreciados.

El ego inflado no solo afecta a la persona que lo posee, sino también a quienes la rodean. En mi labor, he atendido a parejas al borde del divorcio, hermanos que no se hablan y amigos de toda la vida que se han distanciado. En todos estos casos, el denominador común era un ego que impedía la comunicación y la empatía. Recuerdo a una madre que, cegada por su orgullo, no podía ver el sufrimiento de su hija adolescente, quien luchaba contra la depresión. Fue necesario un largo proceso de intervención para que esta madre pudiera reconocer su papel en el bienestar emocional de su hija.

La psicología nos enseña que la soberbia es una manifestación extrema del ego inflado. He trabajado con gente que, debido a su arrogancia, han perdido empleos, amistades y oportunidades de crecimiento personal. La soberbia no solo aleja a las personas, sino que también impide el desarrollo de relaciones saludables y constructivas. 

En un caso particularmente difícil, un joven comerciante, cegado por su éxito, se negaba a aceptar cualquier consejo o ayuda, lo que eventualmente llevó a la quiebra de su negocio y a una profunda crisis personal.

El poder económico y los cargos importantes pueden transformar a las personas de maneras sorprendentes. He visto cómo individuos, al alcanzar posiciones de poder, especialmente en el ámbito político, llegan como mansos corderos y luego se creen que tienen a Dios a "agarrado por la chiva" desarrollan una percepción de superioridad que los aleja de sus seres queridos y de la gente que confió en ellos. 

Un caso que me marcó fue el de una mujer que, al convertirse en directora de una importante institución, comenzó a tratar a su familia con el mismodesdén y frialdad con el que trataba al personal que tenía a su cargo. Su cambio de actitud no solo afectó su vida personal, sino que también la llevó a un aislamiento emocional que le costó caro.

La Biblia nos ofrece una valiosa lección sobre el ego y la soberbia. En Proverbios 16:18, se nos advierte: "El orgullo precede a la destrucción, y la arrogancia antes de la caída". Esta enseñanza nos recuerda la importancia de la humildad y el respeto hacia los demás. Recordemos que todo lo que sube baja, y detrás de una persona con el ego enfermo solo hay un ser inseguro, acomplejado, lleno de traumas y de conflictos sin superar. 

En mi experiencia he visto todo ésto, pero también he aprendido cómo la humildad puede sanar relaciones y construir puentes donde antes solo había muros o abismos.  

Es fundamental que aprendamos a reconocer y controlar nuestro ego para vivir en armonía con quienes nos rodean, para lograr ver más allá del "yo" y no desaprovechar las valiosas oportunidades que Dios nos pone en el camino.

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