Opinión: Por Julio Ramos.
La política, en su esencia, debería ser el arte de lo posible, de la construcción de una sociedad más justa y equitativa para todos. Sin embargo, en muchas ocasiones, nos encontramos con una realidad desoladora: la insensibilidad social se ha convertido en un virus que corroe los cimientos de la acción política, alejándola de su propósito fundamental y generando un profundo abismo entre gobernantes y gobernados.
La insensibilidad social se manifiesta de múltiples maneras: en la indiferencia ante las necesidades de los más vulnerables, en la falta de empatía frente al sufrimiento ajeno, en la priorización de intereses personales o de grupo por encima del bien común. Es la desconexión con la realidad de la gente, el olvido de que la política debe servir a las personas, no a sí misma.
Esta insensibilidad se alimenta de diversos factores. La burbuja en la que viven muchos políticos, rodeados de asesores y alejados del contacto directo con la ciudadanía, les impide comprender las verdaderas problemáticas de la sociedad. La búsqueda del poder por el poder mismo, la corrupción y la ambición desmedida terminan por nublar la visión y endurecer el corazón.
Las consecuencias de esta insensibilidad son devastadoras. La desigualdad se profundiza, la pobreza se extiende, la frustración social aumenta y la confianza en las instituciones se erosiona. La política se percibe como un juego sucio, donde solo unos pocos se benefician a costa del sacrificio de muchos.
¿Cómo combatir este virus que enferma la política?
La respuesta está en la recuperación de los valores esenciales: la ética, la integridad, la vocación de servicio y la empatía. Necesitamos políticos que escuchen, que comprendan, que se pongan en el lugar del otro. Líderes que sean sensibles al dolor y a las necesidades de la gente, que trabajen incansablemente por el bien común y que rindan cuentas de sus actos.
La lucha contra la insensibilidad social es una tarea de todos. Como ciudadanos, debemos exigir a nuestros representantes un compromiso real con la justicia social, la transparencia y la rendición de cuentas. Debemos promover una cultura de solidaridad y participación ciudadana, donde la voz de todos sea escuchada.
La política debe volver a ser un instrumento de transformación social, así lo definió el Comandante Hugo Chávez, la política debe ser un espacio de encuentro y diálogo para construir un mundo mejor. Para lograrlo, es imprescindible erradicar el virus de la insensibilidad y recuperar la esencia humana de la acción política para así, avanzar hacia la justicia social que marcó la revolución bolivariana.
Periodista Julio Ramos.
Julioramos71@gmail.com