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Te presento al señor Vivito, seguramente lo has visto

Oscar Humberto González Ortiz

En un reciente encuentro durante este fin de semana, conocí al enigmático personaje conocido como el señor Vivito, cuya viveza parecía eclipsar a todos a su alrededor. Portador de gran indiferencia y desconsideración, desafiante de las convenciones sociales con conducta “ejemplar” que se despliega con maestría en cualquier lugar que no sea su patria de origen. 

Con una cultura arraigada en la premisa de superar a los demás en astucia, este señor se muestra casi apático ante la mayoría de las situaciones, expresándose con una elocuencia que lo coloca en un pedestal por encima de todos, priorizándose a sí mismo en cada interacción. Sin embargo, ante la fascinación que despierta su presencia, no puedo evitar presentarle a la señora Conciencia, un contrapunto esperanzador que podría arrojar luz sobre las sombras de su insensibilidad. 

La posibilidad de un nuevo diálogo se abre ante la perspectiva de presentar a estos dos personajes tan disímiles: el señor Vivito y la señora Conciencia. Mientras el primero se erige como un paradigma de sagacidad y egoísmo calculado, la segunda figura es un faro moral en un mar de indiferencia. Es intrigante imaginar cómo estos dos seres contrapuestos pueden interactuar, chocando sus mundos internos en una danza de contrastes y reflexiones. ¿Podrá la señora Conciencia desafiar la supremacía del señor Vivito? ¿O sucumbirá ante el encanto superficial [de este señor]? Sólo reuniendo a estos dos polos opuestos, podremos vislumbrar parte de la complejidad del alma humana y las múltiples facetas que componen nuestra existencia.

La falta de solidaridad genera desconexión entre las personas, impidiendo que miremos los ojos del prójimo. Será tiempo de alzar la voz, con la finalidad de tomar acciones valientes para la recuperación de valores fundamentales como la defensa de la familia, personas con discapacidades, animales, niños o apoyar a los adultos mayores, reconociendo que la unión es esencial para restaurar el tejido social. 

En busca de explicaciones

En ocasiones cavilo —porque soy parte de esta familia, y que se debe a que nací en este país, y tengo que pertenecer a esta religión— acerca de estas interrogantes existenciales, las cuales revelan la complejidad de nuestras conexiones personales e identitarias. También considero a qué se debe el comportamiento ejemplar en cuanto al respeto, cumplimiento de las leyes y protección de los más vulnerables, mostrado en otros países por paisanos y el señor Vivito.

¿Por qué esta disparidad en la actitud del comportamiento aquí y allá? La observación del comportamiento ejemplar en otros países, invita a cuestionar las posibles causas que impulsan las actitudes que muestra en su país el señor Vivito. Analizando comparativamente obtendremos valiosas lecciones sobre las normas sociales, comprendiendo dinámicas de responsabilidad colectiva partiendo del compromiso activo de cada individuo. 

Interiorizando valores históricos compartidos por diversas culturas, podemos inspirarnos para promover cambios significativos en nuestra realidad actual, ya que la diversidad cultural ofrece amplio abanico de enseñanzas sobre la importancia del respeto mutuo, solidaridad y cuidado colectivo.

En la sociedad actual, ya es común observar situaciones de conflicto donde la indiferencia parece ser la norma; por ejemplo, si estamos en medio de una pelea, nadie interviene para detenerla, la mayoría opta por grabar el incidente con sus dispositivos móviles para perpetuar la cultura del espectáculo, mostrando gran desinterés por el bienestar ajeno. Esta tendencia plantea desafíos sociales que requieren acción. Otros ejemplos los tenemos cuando alguien tropieza o cae, la reacción generalmente continúa siendo la indiferencia; esta apatía social es observada en las situaciones de accidentes viales, donde un vehículo atropella a un ser humano o a un animal, y lo común es entonces que los transeúntes opten por ignorar la situación, continuando con la ocupación que estaban haciendo e incluso el conductor responsable puede darse a la fuga, dejando atrás un panorama colmado de desinterés y falta de responsabilidad colectiva.

La falta de intervención frente a conductas inapropiadas o violentas no se está limitando a situaciones externas, sino que hasta el ámbito familiar llega con peculiar forma. Muchos padres prefieren hacerse los “ciegos” ante acciones agresivas de sus hijos, evitando enfrentar la realidad incómoda que representa esa conducta. 

La indiferencia ante el sufrimiento ajeno perpetúa el ciclo de apatía, socavando los cimientos mismos de las comunidades. Ante estas realidades despertemos espacios de diálogo que cuestionen las actitudes pasivas e impulsen la educación en valores morales desde temprana edad. Considero preocupante observar cómo ciertas conductas se normalizan en la crianza de los niños: en las redes sociales encontrarás muchos videos donde les enseñan a niñas de muy corta edad a bailar de manera provocativa, lo que algunas personas llaman “perreando”, con la participación de adultos, generalmente familiares, motivando así el aumento de seguidores. 

La difusión de contenido protagonizado por menores en las redes sociales refleja falta de responsabilidad en la formación de las nuevas generaciones, por lo que surgen interrogantes como: ¿La educación se está quedando demasiado corta? Antes indicaban que los primeros valores eran aprendidos en casa, ¿dónde está la responsabilidad parental en la formación de los niños?

La familia ¿reencuentro o despedida?

En este contexto, surge la necesidad de revalorizar el papel fundamental que desempeña la familia en la formación de los niños. Hay tantas faltas: “falta de reacción y corrección por parte de los adultos”, “falta de intervención y guía”, “falta de educación”, “falta de valores”, que  ponen en entredicho el compromiso social, por lo que ves la pérdida progresiva del respeto hacia los adultos mayores, falta de aprecio por el amor familiar y disolución del tejido social. 

La trivialización de comportamientos por parte de los niños en las redes sociales, la banalización del rol educativo, la falta de formación de hogar expresa desaparición de valores, lo que plantea desafíos significativos para el presente y futuro colectivos. Es necesario reafirmar el compromiso con una crianza responsable de valores positivos, educación basada en principios, fomento del respeto mutuo, papel formativo de la familia y promover valores sobre el desarrollo humano.

Preocupa observar, cómo la falta de conexión y apoyo familiar alcanza niveles altos, tanto en el caso de los niños como en el de los adultos mayores. La expresión “no tengo familia” resuena con inquietante frecuencia, revelando profunda carencia de vínculos afectivos. Esta realidad plantea el desafío de reconstruir los lazos familiares. 

La canción que menciona la ceguera, sordera y mudez ante el sufrimiento ajeno encapsula la actitud predominante en la sociedad actual. El declive es preocupante, la indiferencia hacia el sufrimiento de los animales, el maltrato infantil, a los discapacitados y adultos mayores refleja la desconexión con los sentimientos ajenos, apreciable en la falta de sensibilidad con el bienestar de los demás.

El llamado a retomar energías buscando a la “señora conciencia” representa un camino hacia la recuperación del sentido de comunidad, puesto que el declive en estos valores fundamentales representa llamados de alerta sobre el rumbo que estamos tomando como colectividad. El bienestar individual está intrínsecamente ligado al bienestar colectivo. Iniciemos la marcha en la búsqueda de la “señora conciencia”, explorando el potencial que reside en cada uno de nosotros. 

Este llamado a la reflexión individual y colectiva representa una oportunidad para restaurar los lazos humanos fundamentales que sustentan una sociedad saludable. Reconocer el restablecimiento de los vínculos familiares, comunitarios y sociales es un proceso vital para contrarrestar la creciente desconexión emocional que observamos en la actualidad. Requerimos de espacios de encuentro, diálogo, apoyo mutuo. Sentemos bases para reconstruir las comunidades fortaleciendo los lazos humanos esenciales para el bienestar colectivo. 

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