LA PEOR NAVIDAD
Por: Deisy Viana
#DéjameContarte
Un relato sobre
esas ironías incomprensibles de la vida. Escuché a una persona lamentarse
porque estas navidades serían las peores de su vida, con todos los precios
hiper elevadas, sin gas para hornear el pernil, los ingredientes de las
hallacas incomparables, el pan de jamón costosísimo, ni hablar de las bebidas o
de los estrenos… Su comentario cerró con la frase: "unas navidades muy
tristes".
La mujer a quién
le estaba contando su situación, era una señora de edad avanzada que con
lágrimas en los ojos y la voz quebrada le respondió: "Ojalá yo no tuviera
nada de esas cosas, ni hallacas, ni ropa nueva, ni nada, con tal de resucitar a
mi única hija y a mi hermano que se me murieron este año; ahora solo le pido a
Dios que se me quiten las dolencias del cuerpo para tener las fuerzas que
necesito y poder cuidar a mis nietos que se quedaron sin su mamá."
Ciertamente,
donde está tu tesoro allí estará tu corazón, y es que la temporada decembrina
siempre ha sido una época que mueve sentimientos, sensaciones y emociones, pero
también mueve la economía y el consumismo, es la zafra del comerciante. Por
costumbre nos enseñaron a estrenar, gastarlo todo, comer y beber
insaciablemente; después, esperar enero "el mes de la pelazón", como
muchos le llaman, para luego arrepentirse por no ahorrar algo y de haber
aumentado de peso.
Este año, a
pesar de ser completamente atípico a nivel mundial por causa de la pandemia que
movió los cimientos de la economía y formas de vida de la sociedad, aún hay
gente sin comprender que la complejidad del contexto actual nos demanda asumir
con madurez, responsabilidad y humanidad las consecuencias de su impacto.
Mientras unos se quejan por la carencia de cosas materiales que son
relativamente circunstanciales, otros sufren la pérdida de sus seres queridos.
Nos corresponde
entonces, detenernos a valorar cuáles son nuestros verdaderos tesoros, en qué
lugar de la escala de intereses está ubicada la familia, las personas que
amamos, el valor que le damos al oxígeno que respiramos gratuitamente y que en
este justo momento tal vez en el mundo exista una multitud incontable de
personas conectadas a respiradores artificiales luchando por sus vidas a cambio
de mantener por un tiempo más el soplo de aliento.
La pandemia ha
permitido que salgan a la luz los sentimientos verdaderos, el deseo de
superación, la necesidad de emprender y crecer en la adversidad; pero también
emergió el egoísmo y las intenciones perversas de quienes afloran el resultado
de la alienación fundamentada en la fuerza que mueve al mundo en torno al poder
adquisitivo producto del aprovechamiento de oportunidades, de la usura, el robo,
la corrupción, el crimen y la ambición
desmedida.
Surge la
necesidad imperiosa de recordar el verdadero motivo de la navidad, es la
celebración de la vida personificada en
el nacimiento de un niño que siendo el dueño de todo, nació en la humildad de un
pesebre, vino al mundo para compartir su mensaje de amor eterno por la
humanidad, enseñarnos a vivir y para que nos reconociéramos como hermanos; fue
capaz de entregar su vida como testimonio de las verdades que predicaba a fin
de liberarnos de las opresiones que nos atan al mundo, su inmenso amor dividió
la historia en un antes y un después.
El panorama nos
revela que se avecinan tiempos difíciles, nuevos retos, mayores desafíos, el
mundo agoniza clamando por la manifestación y materialización de valores
verdaderos que nos unan a pesar de nuestras diferencias, que aunque no podamos
modificar las circunstancias existentes, sí tenemos la capacidad de controlar
la actitud ante ellas y reconocer con conciencia lo que es significativo en
nuestras vidas porque la única salida a todo siempre estará dentro de nosotros
y no afuera.
Que esta navidad
no sea valorada como "la peor" sino como el momento ideal para
practicar el agradecimiento, la reconciliación, el perdón y el amor fraternal;
porque cuando nos llegue el último día simplemente volveremos al polvo con las
manos vacías para estrenar una tumba seca y fría, luego el olvido.