Por: Deisy Viana
Señalar que la
COVID-19 fue el detonante para incrementar los índices de violencia en todas
sus formas sería una irresponsabilidad, si se aprecia en la recomendación para
evitar el contagio y propagación del virus mediante el aislamiento en los
hogares desde otra perspectiva. La cuarentena ha sacado a la luz pública la
cruda realidad de la violencia de género y el maltrato hacia niños, niñas y
adolescentes, comprendiendo que donde hay una mujer maltratada existe una
elevada probabilidad de que los más vulnerables en la familia también resulten
víctimas de dicho maltrato, es lo que se conoce como la "escalera de la
violencia familiar"
Para muchos, el
problema es la ejecución de las políticas de protección de los derechos de las
mujeres, las deficiencias en la institucionalidad, las leyes que rigen la
materia... Si bien es cierto que loa Estados están en el deber de atender y
garantizar la protección de las mujeres contra la violencia, surge la
interrogante: ¿cómo puede hacer el Estado para ingresar a cada hogar y conocer
la situación de violencia de género en cualquiera de los veintiún tipos que
categoriza el artículo 14 de la Ley de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia?
Ver como normal
cualquier forma de maltrato, asumirlo como "algo que hay que dejar pasar
para evitar problemas mayores" ha sido el mayor problema en la cuarentena
que logró detonar el cúmulo de presiones desvaneciendo los mínimos niveles de
tolerancia necesarios para sobrellevar la sana convivencia.
Una medida de
prevención que dejó en evidencia pública y notoria que la violencia en los
hogares debe ser atendida con premura y desde lo local a través de la
corresponsabilidad, porque los expertos y estadistas comparan las cifras
extraordinarias entre ciudades y países, pero la comunidad que conociendo los
casos de sus espacios guarda silencio ante el maltrato que pudiera más adelante
contarse como otro femicidio.
Si logramos
simplificar aún más las alternativas para disminuir los riesgos que implica la
violencia de género, entonces la mujer debe asumir su rol como la protagonista
de su propia vida, escapar de sus propios miedos y tabúes para empoderarse del
derecho a la denuncia que le otorgan los preceptos legales, anteponiendo su
dignidad, su autoestima y el derecho a establecer una familia fundamentada en
valores para la sana convivencia.
Es un problema
social y multifactorial que nos incumbe a todos y todas, más allá de las
concepciones feministas y movimientos ideológicos, se trata de vidas y el reto
que nos exige el momento socio histórico económico y político de la actualidad
es ampliar la mirada desde nuestra cotidianidad para enrumbar correctamente el
futuro de nuestras próximas generaciones.
Es una lucha que
deben sostener hombres y mujeres para lograr la sensibilización más allá de la
conmemoración de una fecha, el grito de una consigna o cambiar al femenino
cualquier término para darle "enfoque de género", se trata de
comprender la realidad que cada quien vive desde la puerta de su hogar hacia
adentro, para que la normalización de la violencia en cualquiera de sus formas
no merme los derechos al disfrute de una paz que solo se puede construir en
unidad.