La mano que disparó
Por: Ramón Centeno
@elboligrafo
#Crónica
La penúltima vez que se accionó el revólver de Milton César Castañeda Jiménez fue al aire para espantar a unos intrusos que intentaban meterse a una finca. La última fue presuntamente accionada por él mismo para acabar con su vida.
“¡Auxilio, auxilio!”
“¡Se mató, se mató!”
Aquellos gritos de angustia y desespero
se proyectaban en eco como en busca de piedad. Esa voz era familiar para los
trabajadores del comercio «Los Viáticos», ubicado en San Juan de los Morros,
capital de Guárico, a unos 110 kilómetros de Caracas.
“¡Ayuda, ayuda!”. Ya no eran gritos; era
una letanía que se escuchaba desde el primer piso del local, que desconcertaban
a los presentes sin saber qué pasaba.
Aquel día era un viernes. No uno
cualquiera de esos que se viven en San Juan de los Morros. Ese 05 de septiembre
de 2014 la gente y los vecinos revoloteaban en la calle Santa Isabel y se
quejaban por el inclemente sol que quemaba y empegostaba la piel. Un calor de
playa, nada normal para la fecha.
Ese calor no era impedimento para que
Milton y sus amigos celebraran una fiesta futbolística. A las 10 de la mañana,
el sujeto telefoneó a un par de compañeros para invitarlos a ver un amistoso
entre Colombia y Brasil. Al cerrar la bocina, todos quedaron en verse a las 5
de la tarde.
El
lugar
En el local «Los Viáticos», otrora «Los
Beyacos», se vendían desde hortalizas hasta utensilios de cocina. Su
propietario era Milton, un hombre de 34 años oriundo del departamento Boyacá en
Colombia, pero con, como muchos de sus paisanos, emigraron a Venezuela hace dos
décadas; y se estableció en Guárico.
Aquel viernes, el propietario del
próspero negocio encomendó a su ayudante adecuar el televisor para ver el
referido partido de fútbol en horas de la tarde. La emoción se desbordaba en
Milton, quien se puso la camiseta de la selección colombiana y una bermuda, que
dejaban ver una marca de quemadura, efecto del roce con el tubo de escape de su
recién comprada moto.
Los vecinos aseguraban que aquel día -«El
Beyaco» - como era conocido Milton- estaba muy emocionado. Sopesaba su exitosa
vida como comerciante con una relación amorosa no tan equilibrada. Con su
pareja tenía sus altas y bajas como en todo compromiso. De ese idilio nació una
niña; eran los ojos de Milton.
Milton y su pareja presentaban episodios
recurrentes de rupturas y reconciliaciones, e intentos no exitosos de
matrimonio. Eran como un par de adolescente inmaduro que conocían el amor.
El
silencio de la pistola
Diez escalones de granito separaban la
planta baja del primer piso, específicamente de la oficina número cuatro del
negocio. Ni una palma de llano adornaba aquel recinto iluminado con luz
amarillenta.
En una esquina estaba una silla
presidencial de cuero giratoria. Papeles regados y varios bolígrafos.
También un par de cuadros confinados a
una pared blanca. Unas cámaras de seguridad que se escondían en la primera
revisión ocular de cualquier visitante. En una de las gavetas se escondía una
pistola tipo revólver, marca Ruger, calibre 38, color plateado con el mango de
madera color marrón.
El reloj que estaba abajo tenía un
retraso de 10 minutos: 2:52 de la tarde. El de la oficina estaba por marcar las
3:01PM. Hacía un par de minutos que Milton y su pareja estaban encerrados. Ella
había llegado acompañada, rauda y sudorosa.
Los trabajadores no lograron aguzar el
oído para escuchar lo que pasaba arriba. De pronto, hubo un silencio que vino
acompañado de un seco ¡pum!
“¡Auxilio, auxilio!”
“¡Se mató, se mató!”
“¡Auxilio, auxilio!”. Eran los alaridos
de su expareja que entre lágrimas y desespero llamaba la atención para un
pronto socorro de un cuerpo inerte, mientras en el televisor un señor
encorbatado daba las incidencias de los preparativos para la disputa
futbolística.
3:15 de la tarde. Milton yacía sin vida,
emanando sangre de su cabeza, con el arma de fuego en su mano derecha que
reposaba entre las piernas. Su mirada estaba fija hacia el frente. Su cuerpo
permanecía impávido e inmóvil en aquel recinto.
La muerte lo agarró indefenso sentado en
su silla presidencial, como si quisiera hablar; y sus ojos querían arder:
emanaban vacío de esperanza y sentimiento.
Una bala humeante, y al parecer rabiosa
y vengativa, atravesó la cabeza del empresario y chocó contra la pared.
Enseguida un charco de sangre vistió la escena del presunto suicidio. Por las
patas de la silla se escurrían las últimas evidencias de un silencio doloroso.
Las primeras huellas hemáticas quedaron
impresas en todo el trayecto que recorrió la expareja en busca de auxilio.
Antes, había volteado buscando alguna reacción de Milton; que entrecerrara los
ojos, que tensara la mandíbula, algo, cualquier cosa. Pero no hubo nada, ni un
pestañeo.
Muerte
dudosa
Milton fue enterrado entre tristeza y
dudas. Un muy extraño suicidio envolvía el féretro de quien en vida llegó a
ganarse el cariño de la colectividad. Sin embargo, el luto no calló la
inquietud de los familiares.
La madre de Milton imploró en 2016 a la entonces fiscal general, Luisa Ortega Díaz, ayuda para esclarecer el caso: «Doctora, en manos de Dios y en las suyas deposito mi esperanza para que se adelante esta investigación y se logre aclarar la veracidad de los hechos que rodearon la muerte de mi hijo».
En un petitorio consignado para esa
fecha en el despacho de la exfiscal se exhorta al referido organismo a
investigar sobre la desaparición del DVR (Grabador de video digital) y la
revisión de las características de la herida: «es muy difícil que una persona
se logre disparar a una distancia de 60 centímetros y con esa trayectoria de arriba hacia abajo».
Entre 2014 y 2019 la lucha de los
familiares no se detuvo. La madre; una mujer viuda de refinado acento colombiano
y con evidente marcas en el rostro de lo que es vivir en un país violento, veía
sus esperanzas desvanecer. Durante un lustro entregaron documentos en cada
instancia de justicia implorando el esclarecimiento del caso sin ver luz al
final del túnel.
Sin embargo, todo parece cambiar tres
años después. Las instituciones ordenan exhumar el cadáver de Milton, para una
investigación más exhaustiva
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Desenlace
Una secuencia de procesos, que van desde
la reconstrucción de hechos hasta nuevas entrevistas, se dio sobre la causa
signada con el número: MP-421076-2014.
Luego de seis años, el Tribunal de
Control número 01 del estado Guárico declaró con lugar la orden de aprehensión,
solicitada por la Fiscalía 21 en contra de Francys Yanireth Hernández por su
presunta participación en la muerte de Milton Castañeda. La expareja, la misma que pidió auxilio por
la vida de Milton y lloró sobre el féretro, hoy se encuentra señalada como
presunta autora del hecho.
Ahora, y a pocos días para el 05 de septiembre, Francys deberá encontrase frente a frente con la Dama de la Justicia y tendrá que rendir cuentas.