En una reconversión integral a la economía venezolana como está planteada, no implica un salto por decreto de un punto de sumo malestar a un punto de acomodo total de la situación económica. Partamos de esa afirmación para abordar que desde un punto repleto de nudos críticos, se derivan nuevas o no tan nuevas situaciones que siguen siendo críticas.
Para empezar, en sentido concreto hay
dos factores elementales que son los principales focos de perturbación
que persisten, al menos para la población en general, luego del 20 de
agosto.
El primero de ellos es el regreso del
desabastecimiento de algunos bienes, como si se tratase de una regresión
a momentos anteriores de esta coyuntura económica que ya tiene
cinco años en vigor. Se trata de un conjunto de bienes que en 2015 y
2016 aparecieron y desaparecieron de los anaqueles. El foco de atención
está justo ahora sobre los bienes del ramo de las proteínas de origen
animal sujetos a la política de precios acordados.
Por otro lado, es también apreciable la
recarga en los precios de bienes y servicios no sujetos a la política de
precios acordados, cuyas alzas han impactado el efecto del reacomodo
salarial. Se conecta en este ítem la inflación sobre bienes regulados
que están sujetos al escamoteo comercial y a las diversas formas de
bachaqueo. Desabastecimiento y aumento desproporcionado de productos van
de la mano en un binomio que se mantiene y que no sufrirán una
reversión profunda sino hasta la prolongación del Plan de Recuperación
Económica.
Las inercias inflacionarias de
Venezuela, compuestas por variantes estructurales y otras de tipo
coyuntural, son el pan de cada día, el primer denominador de la crisis
que se aprecia como factor de impacto directo sobre la población y el
tejido económico.
Estas situaciones, por supuesto, generan nuevas preguntas y abren perspectivas.
¿Por qué desaparecen algunos productos?
En años anteriores, pero en el marco de
este mismo ciclo económico, la política de justiprecios fue desmembrada
por las inercias de desabastecimiento generadas a la sombra del esquema
vigente que se mantuvo hasta finales de 2016. Eran los tiempos en que el
“sentido común económico” de la población, y hasta en esferas de la
política y la economía, se basaba en el principio de “que haya al precio
que sea pero que haya”.
Desde ese punto, el comportamiento
desgarrador de los precios emprendió una vorágine que degradó los
esquemas salariales, aupados por una fuerte especulación, potenciada por
el dólar paralelo como elemento marcador de precios.
De esa manera el ciclo de
desabastecimiento fue deteniéndose en muchos rubros durante 2016 y 2017,
articulado a aumentos acelerados de los precios y acompasado a una
caída del consumo de la población asalariada. Hasta antes del 20 de
agosto, el consumo de muchos bienes quedó relegado exclusivamente a
sectores de la población que recibían remesas u otros sectores medios
que no dependen de salarios.
Entonces, la cuestión del
“abastecimiento pleno” de algunos bienes en estos últimos dos años, no
debería extrañarnos que sea un componente efímero, de anaquel, no
representativo de las dimensiones reales tanto de la variable producción
como de la variable consumo. Sin contar que al día de hoy existe un
importante grupo de venezolanos que han migrado fuera de Venezuela y
podría representar un alivio a la relación de equilibrio entre bienes
disponibles y población que los demanda.
En todo caso, el fantasma de la escasez reaparece con fuerza y esto hace inferir varias hipótesis:
1. Los niveles de producción de
Venezuela, si bien han mejorado sensiblemente en los últimos dos años,
siguen siendo deficitarios frente a una demanda aupada por una población
empoderada salarialmente.
2. Los inventarios de importación (un
sólido componente del abastecimiento interno) no se han recuperado desde
el 20 de agosto. En apenas poco más de un mes esto no es posible para
alcanzar la cota de importaciones de años anteriores. Hasta mediados de
2018, la caída en el inventario de importaciones de Venezuela se
mantenía en la racha de un 65% menos que lo importado en 2012.
3. La empresa privada señala que el
aumento salarial decretado aumenta sus costos de manera exorbitante.
Aunque es un hecho que sus pagos por mano de obra representaron hasta
antes del 20 de agosto un costo írrito, marginal, en sus estructuras de
costos. El sector privado que se lucró precarizando la fuerza de
trabajo, intenta ahora colocar al gobierno venezolano en nuevos términos
de acuerdo a la política de precios, so pena de dejar de hacer circular
ciertos bienes al declarar que no los sacarán a pérdida.
Evidentemente es este un asunto que el
gobierno venezolano debe indagar re-estudiando las estructuras de costos
de la empresa privada.
4. Los factores de ventas al detal,
beneficiarios de la vorágine hiperinflacionaria y del escamoteo, han
perturbado la rotación de bienes mediante el desabastecimiento inducido,
entendiendo que serán beneficiarios de su venta a sobreprecio por ser
productos “escasos”.
5. La población comenzó a consumir más.
En efecto, se percibe un factor de ansiedad facultada por los nuevos
salarios, pero también por la sensación de “comprar lo más rápido que se
pueda antes de que suban más los precios”.
¿Por qué siguen subiendo los precios?
Partamos del principio de que los
factores beneficiarios de las perturbaciones económicas, en todos los
niveles del entramado venezolano, necesariamente deben desmembrar la
política de anclaje económico para dejarla sin efecto. Pues en
condiciones como las que precedieron al 20 de agosto, la economía ha
sido un hervidero de enormes beneficios para ellos.
Por otro lado, es cierto que la
resistencia matemática al reacomodo de una política de anclaje genera un
desbarajuste que no es recibido amablemente por los factores que van
alegremente en el tobogán de la hiperinflación. Las asimetrías
persisten.
Uno de los ejemplos más notables
concurre sobre la cuestión monetaria. A un mes de la reconversión
económica, el dólar paralelo ha detenido su tendencia de
desproporcionado aumento. Pese a que la tasa paralela está intervenida
por variables políticas y gran especulación, y pese a que el aumento
salarial tan significativo ha podido generar una estampida al alza muy
superior, el paralelo se sostiene, pero los precios siguen subiendo.
¿Dónde persisten las razones en la
continuidad de la tendencia de los precios? Esa es una gran pregunta.
De ella pueden derivarse varias hipótesis:
1. La tendencia del capitalismo
venezolano es tradicionalmente captadora del circulante en bolívares
aupado por el consumo. La idea de que “hay plata en la calle” es
un componente para la especulación. Aunque los economistas llaman esto
el caso de la “fiebre holandesa” eterna de Venezuela, es mucho más que
eso. El circulante monetario es un componente de la hiperinflación, pero
no su médula. La subjetividad especulativa es una singularidad del
rentismo.
2. La absorción del salario por parte de
los tenedores de bienes y servicios concurre desde la falta de músculo
institucional del Estado para contener simultáneamente la especulación
en todos sus frentes y presentaciones. El sector privado en todos sus
tamaños está engullendo ansiosamente los nuevos salarios partiendo de
esa premisa, aupados por las expectativas del poder de compra palpable
hoy, pero orientados a captar las bonificaciones, aguinaldos y
utilidades de la clase trabajadora que están por llegar.
3. Para los factores de la especulación,
su espacio ideal es el del desbarajuste y la anarquía de los sistemas
de precio. Por lo tanto, es natural que reaccionen resistiéndose a todo
gesto de gobernanza en esta materia.
Aquí hay entonces una variable política
implícita. Una economía integrada por monopolios y oligopolios, y además
caotizada en las formas de distribución, es enemiga natural del anclaje
y reordenamiento. No olvidemos que desde el 20 de agosto, hay una nueva
etapa en la guerra económica, no un armisticio ni un tratado de paz.
4. La persistencia del dólar paralelo en
las estructuras reales de producción y los servicios inherentes a la
distribución de bienes es un hecho. En la medida en que estas
estructuras no se oxigenen con la política de tasa única, el dólar
paralelo seguirá penetrando el tejido económico real. Un mes luego del
20 de agosto es un tiempo sumamente breve para producir una regresión en
una tendencia que tiene años consolidada.
5. Hay persistencia de la puja
distributiva, la ansiedad por bienes y el shock de inventarios. Son
variables sólidas que persisten, un factor de asimetría en la economía
real. Lo que las hace factores acelerantes del escamoteo y los
sobreprecios al consumidor.
Los factores de equilibrio
Recalquemos nuevamente una frase del
presidente Nicolás Maduro la noche del 13 de agosto, justo cuando
afinaba detalles sobre la actual política económica. El ciclo que se ha
emprendido desde hace poco más de un mes se proyecta a un período de dos
años “para una recuperación sostenible y palpable” de la economía
venezolana.
Lo cual supone que los factores
asimétricos que hoy conocemos lo seguirán siendo hasta un punto en que
los nudos críticos de la crisis se vean degradados.
En términos concretos, abastecimiento y
precios, variables claves para el devenir económico de las grandes
mayorías nacionales, no han alcanzado un punto de equilibrio. Su
reacomodo sería progresivo en la medida en que confluyan situaciones que
también están incluidas en el Plan de Recuperación Económica. Algunas
de ellas son:
1. Un aumento sustantivo de la
producción, en todos los rubros esenciales y especialmente los más
demandados. Sobre este ítem confluyen muchos factores.
2. La consolidación de un sistema
equilibrado y coherente de precios acordados, flexibles, sostenibles,
que permitan el desarrollo de la actividad productiva, sin menoscabo de
los salarios de la masa consumidora y sin desproporciones guiadas por
oportunismos monopólicos y oligopólicos.
3. El restablecimiento de los niveles de
importación, mediante el ingreso de nuevas divisas a la economía real
gracias a los nuevos sistemas cambiarios. Divisas que faciliten la
importación de bienes e insumos para la producción, así como de bienes
al consumidor final, para satisfacer la demanda interna, cubrir el
déficit que deja la producción interna y acelerar las reposiciones
oportunas de inventarios sin mayor espacio para la recarga de precios
sobre los bienes.
Este ciclo apenas se ha iniciado con la
incorporación de 400 millones de dólares en el nuevo sistema cambiario,
dólares que vienen de manos privadas, una variable muy alentadora por
ser divisas que irán a las importaciones, pero hay un largo trecho por
andar.
4. El éxito en la política de anclaje y
flotación de nuestros referentes monetarios depende de una
estabilización prolongada de estas variables, aunada a una atenuación
prolongada del dólar paralelo como factor perturbador, serían un
componente importante, un factor de oportunidad, para desacelerar el
ciclo hiperinflacionario y generar una recomposición progresiva de las
estructuras de costos a nivel de toda la estructura económica.
Con efectos adicionales, como la
desaceleración de la ansiedad, las estampidas y la vorágine devaluadora
que retroalimentan el ciclo hiperinflacionario. En este ítem el factor
tiempo es clave. No hay espacio para las inmediateces ni la espera de
soluciones instantáneas.
5. La puesta en circulación del Petro
como elemento sustitutivo a las divisas extranjeras para las
importaciones, el fortalecimiento del Bolívar Soberano y la atenuación
de los efectos del dólar paralelo.
6. El ejecutivo venezolano prevé saldar
su deuda en materia de fiscalización económica. Una tarea sumamente
ardua, con la incorporación de otros factores sociales dentro y fuera de
la institucionalidad gubernamental.
Para el ejecutivo venezolano hay metas
alcanzables en el corto y mediano plazo para reestablecer algunos
equilibrios económicos. No obstante, ha anunciado como victorias
tempranas el restablecimiento de la justicia salarial, una recuperación
del consumo de la clase asalariada y una contención (al menos
momentánea) del dólar paralelo.
Una reversión muy parcial de la
situación económica de conjunto que, sin embargo, genera otro tipo de
ambiente en la calle, un ambiente de optimismo. Se trata de la sensación
de que en efecto las cosas pueden mejorar.
(misionverdad.com)