Courtney Whithorn, que vive en Brisbane (Queensland, Australia),
comenzó a sufrir acoso escolar cuando tenía 14 años y, para soportar ese
maltrato, adquirió el hábito de morderse las uñas sin pensar que, con el paso del tiempo, esa costumbre le provocaría una grave enfermedad.
La preocupación de esta joven de 20 años comenzó cuando el pulgar de su mano derecha comenzó a ponerse negro.
Un médico le quitó esa uña, realizó una biopsia y descubrió que había
desarrollado un melanoma subungueal lentiginoso acral, un extraño tipo de cáncer.
"Hicieron
más pruebas y me dijeron que era un melanoma maligno que era muy raro
tener ahí, especialmente para alguien de mi edad y de ese tamaño",
explica Whithorn, quien quedó "destrozada" cuando descubrió la cusa de su mal, según publicó el diario británico Daily Mail.
Varias cirugías
La
paciente necesitó dos operaciones para que le extrajeran toda la uña,
pero eso no solucionó el problema. Entonces, los cirujanos decidieron
seguir el protocolo para este tipo de situaciones: la amputación.
"Tuve
un ataque de pánico en el trabajo cuando leí la palabra 'amputación' y
salí corriendo, no podía respirar", recordó Whithorn sobre el momento en
el que leyó el informe médico.
Para evitar esa medida extrema, la joven fue sometida a una tercera intervención para remover las células malignas
que pudieran quedar, pero ese procedimiento confirmó la necesidad de
quitar una parte del dedo, porque el análisis de dos ganglios linfáticos
confirmó que el cáncer había comenzado a expandirse.
La
víctima tuvo la última cirugía la semana pasada y aún aguarda los
resultados para conocer su estado, aunque ya sabe que deberá someterse a
controles exhaustivos durante los próximos cinco años. "Si todavía
aparece, tendrán que seguir cortando hasta obtener un resultado claro", concluyó Courtney Whithorn.
Con información de Rt