Se topó con una realidad
inesperada donde su título profesional, dos maestrías y un doctorado, no
le sirvieron de nada.
Un joven venezolano, identificado como Fernando Duque, regresó al país tras pasar ciertas calamidades en
Estados Unidos, a donde había emigrado con el fin de mejorar su calidad
de vida, según asegura. Sin embargo, se topó con una realidad
inesperada donde su título profesional, dos maestrías y un doctorado, no
le sirvieron de nada.
A continuación el relato de su historia:
Muchos amigos me criticaron por regresar a mi país, ya que la mayoría
de los habitantes querían salir, pues, yo les respondo con la siguiente
expresión: “Jodidos pero contentos”.
Por fin comprendí lo que significaba esa expresión, cuando uno piensa
en emigrar no se da cuenta que hacerlo es cambiar unos problemas por
otros, definitivamente las personas toman la decisión de irse del país
buscando una mejor calidad de vida, y es allí donde viene la gran
pregunta ¿Qué calidad de vida?
Venezuela atraviesa por una situación muy difícil hoy día, al
afrontar un sistema que dejó de lado la democracia y la vida confortable
que teníamos, sin embargo, como todo mal temporal todo pasa y después
de la tormenta vendrá la calma, pero mientras dura ese proceso la
decisión más fácil es la de huir del país y no afrontar los problemas,
buscando la calidad de vida que habíamos perdido.
En mi caso, me encontré con una visión dantesca de lo que están
recorriendo los venezolanos en el exterior en donde un médico cirujano
está lavando baños, un abogado lava platos en un restaurante, una
odontóloga está de mesera en un restaurante, un contador o ingeniero
está de housekeeping en un hotel o a lo mejor de houseman en una villa
turística con pagos irrisorios, un licenciado o educadora está pintando
casas y hoteles, también los venezolanos están trabajando de taxistas en
Uber o Lift. Eso todo lo encontré en los EEUU, o en mi experiencia
personal, lavando techos o realizando labores de jardinería.
Recuerdo que una vez fui a arreglar un jardín en una mansión muy
similar a la que yo tengo aquí en Venezuela y la dueña, una
norteamericana, me daba un mal trato desde que llegué a su casa, ya que
por lo que pude percibir, para ellos nosotros los latinos somos personas
poco preparadas o brutos.
Así fue, luego de darme sus órdenes, como a la hora de estar
trabajando en su jardín se me acercó despavorida a decirme que me debía
unas disculpas ya que ella acostumbraba revisar a las personas que
trabajaban en su casa por Google y cuál sería la sorpresa de que se
encontró que su jardinero tenía dos maestrías y un doctorado y por si
fuera poco que había escrito cuatro libros y ella no había escrito ni
una carta en su vida. Pues a partir de ese momento su trato fue
diferente hacia mí.
Es increíble como observé tantos prejuicios que hay en los seres
humanos de otras latitudes hacia nosotros los venezolanos, he visto como
panameños y colombianos desean que los venezolanos se vayan de sus
países, olvidando que nosotros hemos sido un país que ha acogido a todo
mundo con los brazos abiertos con gusto y beneplácito, sin egoísmos ni
discriminaciones.
He visto venezolanos en Perú, Ecuador y Argentina, vendiendo ropa de
buhoneros, vendiendo arepas, jugos y empanadas en la calle, y aunque el
trabajo dignifica, debemos responder la pregunta que nos hacíamos al
principio de este artículo:
¿Qué calidad de vida buscamos en el exterior?
Observé
que en los EEUU más del 50% de los venezolanos trabajan solo para
alimentarse y pagar el arriendo, un 40% viven de la limosna que les dan
las iglesias, ya que ellas de manera solidaria les regalan un mercado
semanal para cubrir sus necesidades y amueblan sus casas alquiladas con
muebles que las personas desechan y botan en la basura de reciclaje.
También debo mencionar que su trabajo es incansable de lunes a domingo,
no hay día de descanso y los días de fiesta nacional no se los pagan ni
son reconocidos, más bien los empresarios los obligan a trabajar
pagándolo sencillo, entonces, cuál es la diferencia, cambiamos
tranquilidad por seguridad, cambiamos tener acceso a los alimentos y las
medicinas por destrucción del cuerpo y el estrés que implica las
jornadas ininterrumpidas de trabajo, la pérdida de nuestra dignidad como
personas si eres un profesional ya que somos tratados y discriminados
como animales.
Luego también vienen los problemas de documentación legal, nunca
estás seguro porque tu situación legal en el país depende de muchos
factores a largo plazo donde ni siquiera tienes la seguridad de
adquirirla; por otra parte aunque tengas acceso a las medicinas las
mismas sólo son vendidas si cuentas con un récipe médico certificado
cuyo costo es adicional y sin derecho a enfermarse porque todo lo que se
trata en materia de salud es sumamente costoso para el venezolano que
tiene que pagarlos con los pocos dólares que gana.
Recuerdo que en una oportunidad estaba arreglando un techo y se
precipitó de manera repentina una fuerte tempestad, me resbalé, lo que
me ocasionó que casi cayera al vacío a 6 metros de altura, pero
afortunadamente pude lograr sostenerme fuertemente, quedando suspendido
en un brazo.
Esta situación me llevó a reflexionar que estaba haciendo con mi vida
en los EE. UU., debo confesar que nunca antes vi la muerte tan cerca.
Dicho esto, debo afirmar que respeto a todas esas personas que tomaron
la decisión de irse del país y están pasando por muchas de estas
calamidades, pero siento que no son felices, considero que uno debe
estar donde se es feliz, y es esta la razón que me llevó a tomar la
firme decisión de regresar a mi bello país con todos sus problemas y
necesidades de las cuales está padeciendo en éste momento, porque uno
debe estar en donde se sienta feliz y es aquí en Venezuela donde yo me
siento feliz y aunque me afecte la situación de mi país, comprendí por
fin la expresión: “Jodidos pero Contentos”, reseñó Planetanoticias
(noticiasaldiayalahora.co)