OPINIÓN
Los candidatos opositores proponen restablecer la ley de protección e incentivo a la inversión privada extranjera de 1999 y crear el Banco de Desarrollo, el cual se encargará de canalizar el financiamiento desde el FMI, el BM y el BID hacia los capitales transnacionales. Endeudamiento externo que, por supuesto, y al mejor estilo consensuado en Washington, asumirá el propio Estado.
Vayamos, por un momento, al pasado:
El sector privado en Venezuela ha
recibido de parte del Estado y a tasa preferencial, US$ 695.026 millones desde
1970 hasta 2014 (última cifra disponible). 9 veces lo que costó recuperar
Europa después de la II Guerra Mundial.
Entre 1970 y 2002 (antes del control
cambiario) recibió US$ 365.270 millones, el 113% de lo que ingresó por
petróleo. El Estado se endeudaba para financiar a las grandes empresas,
mientras tanto, éstas disminuyeron 28% sus inversiones en nuestro país. En esos
tiempos, la pobreza aumentó 132% y la desigualdad 18%.
En 2003 comenzó el control
cambiario. Las muy grandes empresas privadas, sobre todo extranjeras,
recibieron desde ese momento y hasta 2014, también a tasa preferencial, US$
329.756 millones, el 41% de los ingresos petroleros. A pesar de los cuantiosos
recursos, disminuyeron 48% la inversión. La mitad.
Repito: el sector privado,
principalmente los grandes capitales extranjeros, ha recibido de parte del
Estado y a tasa preferencial, alrededor de $700.000 millones desde 1970, y desde
ese momento ha disminuido 62% la inversión privada en nuestro país. Por lo
menos 53% de las divisas las han dejado fuera de nuestras fronteras.
Durante medio siglo, mientras el
“ineficiente” sector público ha generado 99% de las divisas del país, la “eficiente”
empresa privada ha aportado tan solo el 1% y se ha llevado el 61% de los
ingresos petroleros.
Las divisas que no le fueron
asignadas al sector privado entre 2003 y 2014, es decir, 59% de los ingresos
petroleros, las utilizó el Estado. La inversión pública aumentó 58% y la
economía creció 75%. En menos de 10 años, la pobreza general disminuyó a la
mitad y la extrema se redujo 62%. La desigualdad cayó 21%.
Un gran sacrificio se nos pide al
pueblo venezolano con esta propuesta de “futuro”: sustituir nuestra moneda;
renunciar a nuestra independencia; entregar nuestra soberanía; regalar nuestras
riquezas a quienes, sin piedad y sin tregua, nos han agredido desde el 2013 y,
para rematar, endeudarnos en el exterior para financiarlos.
A cambio recibiremos,
“solidariamente”, una tarjeta con $25 mensuales.
Pascualina Cursio