Por: Julio
Ramos.
La madrugada
fue interminable, el insomnio tenía un responsable la combinación del vallenato
de mi vecina, que acostumbraba como todo los sábados poner su viejo equipo a
toda mecha, ya era cotidiano que en sus borracheras pegara sus gritos, era la
locura extrema, como se hace, me preguntaba a mis adentros, el consuelo era que
siempre se quedaba dormida a eso de las 2 de la mañana, y así fue, el oso (la Polar),
la vencía y caía en los brazos de Morfeo.
Llegaba la madrugada,
pensaba, al fin, siendo este deseo algo efímero ya que a punto de las 3 de la
mañana, el gallo patarúco de mi vecino iniciaba su canto a todo pulmón. En
realidad ya había pensado que no sería mi día, como decirle algo, si era el que
resolvía en ocasiones mi desayuno con par de ñemas, que a falta de harina pa la
arepa, no quedaba de otra que sancocharla.
Era el alivio
del día, y así a las 5 de la mañana y con la Caligueva, a flor de piel me
dispuse a levantarme para iniciar la faena diaria, el joropo daba la bienvenida
al día, mientras me bañaba con medio balde, del vital líquido ya que la escasez
de agua estaba fuerte, estaba ruda conseguirla, ya que nos mandaban por el
grifo era aire. Que vaina decía, pero ya dosificada alcanza para todo, se
aplicaba lo que decían en el argot popular para lavar cara, punta, y cola.
Así iniciaba
el día y mientras me preparaba pensaba con optimismo el día de hoy será
distinto, el televisor en alto volumen me
contagiaba con un optimismo arrecho, los
signo de Hermes, no me lo pelaba antes
de irme a la chamba, me sentía identificado con esa vaina, llegaba mi turno, "Escorpio hoy será tu día",
decía el tipo, "hoy te encontraras con la
mujer de tu vida, al verla el magnetismo
los atraerá y será el encuentro entre dos polos opuesto con una empatía
increíble", así decía el iluminado, llegue a creerle, vainas de
pendejos y del marketing televisivo pero que de una u otra manera hacen falta
para hacer sentir a uno un tipo arrechísimo.
Llegó la hora
de salir, y como siempre la parada llena.
La gente iniciaba el día con su pie izquierdo, yo por supuesto después
de esa dosificación de energía positiva no estaba dispuesto a dejarme contagiar
de energía negativas con nadie, pero que va, de nada serviría, el esfuerzo, ya
que me encontré a Juan, tenía tiempo que no lo veía, enseguida lo salude
efusivamente, "háblame Juan, tiempo sin verte, como está la vaina", le
dije. Él en un tono de aguevoniao y circunspecto me respondió, "jodió",
eso fue un coñazo, al estómago, me cayó mal, sentía que mis energías positivas
se iban al carajo y que mi tiempo dedicados a Hermes, se iban por la cañería,
por minutos pensé en dejar ese zopenco, allí hablando solo pero pensé que podía
cambiar su aptitud y no morir en el intento.
"Que
pasa Juan, un tipo como tú y hablando de
esa manera, tienes toda una vida por delante, un carajo joven", le dije con mi cara de trasnocho, "coño pana mi mujer se fue a Perú y
presiento que me está montando lo
cachos, la llamo y siempre está ocupada,
presiento que pasa algo", yo dije en mis adentros, "en realidad tiene una cara de cornudo," pero
no quise seguir lacerando ese sufrimiento y sentimientos encontrados ,
así que traté de darle ánimos, y quizás
justificar la causa, "loco
tu sabes que por allí la gente trabaja más de 8 horas y la vaina no es manteca
no es como aquí", le dije, con la vaga esperanza de que mis
palabras le brindaría un fugaz consuelo.
Pero de nada
sirvió, cuando ese presentimiento de ser
cabrón se mete entre ceja y cejas, es
arrecho sacarlo, al final entendí que
perdía el tiempo y que nunca he tenido esas cualidades de ser pañuelo de
lágrimas y mucho menos en casos sentimentales del corazón, a excepción que el
furtivo encuentro se dé en un bar y que una curda este por medio, así la vaina cambia, pero bueno decidí despedirme de ese viejo
amigo, con el pesar de no poder ayudarlo no estaba dispuesto a seguir siendo el
pañuelo de lágrimas de casos perdidos.
Seguí hacía mi
trabajo como siempre la gente saludaba a cada rato, siempre con la curiosidad
de la novedad de día, siempre querían
enterarse primero de lo que acontecía en el ámbito noticioso, sobre todo del
suceso, este este género periodístico te hace conocido no por las buenas
noticias sino por las malas.
La primera
parada era el destacamento de policía,
como siempre el de guardia tomándose el café que le llevara la mujer del
detenido o el preso, al llegar me
anunciaban esa era la nueva orden, que
ya se hacía cotidiana, al entrar, "háblame periodista aquí te tengo unos
peluches, gritaba un policía mientras
echaba un escupitajo de Chimó. Los capturamos robando unos chinos",
al verlos me di cuenta que eran un par de vikingo, en el recuento los azules
daban parte, “los agarramos con varias cosas entre ellas unas chucherías, los
montamos atrás de la patrulla con las evidencias y al llegar no teníamos, ya
que se las habían comido por el camino, solo dejaron las bolsas vacías y apenas
quedaron unas galletas".
No sabía si
reír a carcajadas o simplemente hacerme el loco con el caso, al final decidí
irme de manera sigilosa ante lo inverosímil de las novedad. Proseguí mi camino
hasta la avenida, lo buhoneros como siempre haciendo su agosto, el sobreprecio,
en cada esquina se escuchaba como siempre, el regateo que nunca faltaba ante la
especulación sin control.
Por fin
llegaba a la oficina tomaba agua, y encendía el radio mientras esperaba los
programa del día uno era los chamosuaríos, y el otro los Trisonante, donde
eventualmente hacía el papel de datero, al final del día recordaba que la
profecía de Hermes no se había cumplido y que el encuentro furtivo con esa mujer
nunca se dio. Quedando solo la esperanza del siguiente día, esperando que no se
repitiera lo que inició con positivismo y culminó como siempre en lo cotidiano
y lo absurdo del diario trajinar del trabajo reporteril.